“Sé que soy de la muerte”
(María Antonietta Le-Quesne)
Las referencias existentes son pocas. La fugaz vida, como el
deseo de no figurar en los salones concurridos por la intelectualidad ni en la
prensa, hizo que María Antonietta Le-Quesne no nos permitiese la alegría de haberla
conocido más. Sus versos prometían mucho. Como en el caso de Héctor Barreto, el
destino la llevó muy pronto, cuando su genio recién empezaba a plasmar una obra
aventajada, que desde su semilla se presentaba como algo importante. La muerte sobrevino cuando ella tenía una edad
no muy superior a los 20 años… Y, en este punto, como en todo lo que rodea a
nuestra poetisa el panorama es sombrío. Según el folklorista Oreste Plath se
daban tres fechas de nacimiento: 1895, 1898, 1899. Y la nebulosa también se
extendía a su lugar de nacimiento; y así, había quienes señalaban a Valparaíso
y otros a Chillán (Diario "La Estrella" de Valparaíso, Chile,
viernes, 4 septiembre 1992, p. 4).
El “Diccionario de la
Literatura Chilena” (Edit. Andrés Bello, segunda edición, Santiago, 1977) de
Efraín Szmulewicz en página 225 solo menciona la fecha de su nacimiento y
muerte, la frase “Poetisa de breve y trágica vida” junto a dos obras. La
primera de ésta es la que tenemos a la vista y que poseemos como uno de esos
tesoros apreciados en nuestra biblioteca (“Recodo Azul”, Ediciones selectas
Ateneo, Valparaíso, 1921). Sobre la segunda, “Otoño” el mismo Szmulewicz indica
que es una obra poética en manuscrito, no editada.
El folklorista señala que la recepción de “Recodo Azul” fue
extremadamente positiva: “La obra fue
saludada por las figuras críticas de esos años, don Emilio Väisse (Omer Emeth)
en el diario "El Mercurio" Hernán Díaz Arrieta (Alone) en "La
Nación"; Daniel Schwaitzer, en "Las Ultimas Noticias". El
eminente polígrafo don Toribio Medina, la consideró en "La Literatura
Femenina en Chile". El escritor Roco del Campo, la despidió en "Las
Ultimas Noticias" (16 -VIII- 1921) y les pidió a los poetas que no la
olvidaran”.
Los editores del libro señalan que la edición de 1921 solo
es una selección de una obra que debería pronto publicar el esposo de la
poetisa, el señor Enrique Cannouet, en la Editorial Juventud. Al parecer ello
nunca ocurrió y solo existiría publicada la edición de Ateneo.
También ellos nos dan algunos pequeños datos que permiten
hacernos una idea sobre el futuro alentador que pronosticaba en el arte poético Le-Quesne:
“colaboró en la revista SELVA LIRICA de Segura Castro y J.Egaña; después en el
periódico de arte NUMEN, (Valparaíso, 1919). En 1920 fue Secretario de la
revista literaria SIEMBRA, que publicaban Boza, Walton y Brandi”. (“Recodo Azul”,
op. Cit., p.6)
Su existencia fue trágica y sabemos que estuvo gravemente
enferma mucho tiempo. Fallecerá postrada de tuberculosis.
La edición de “Recodo
Azul” contiene dos bellas ilustraciones de Luis Méndez Ortiz, que nos recuerda
la obra de algunos dibujantes simbolistas.
La poesía de Le-Quesne tiene como principal motivo la
muerte. La cercanía a ella es expresada de forma clara, bella, pero sin miedo.
Y dentro de los tipos de muerte, el más deseado es la muerte
por amor. Y así dice en “Alma que mueres de amor”:
si no me muero de amor,
porque yo quiero vivir
la agonía del amor…”
Ahora bien, la muerte o su espera va acompaña de: desnudez,
silencio, rosas, cercanía a Dios, paz.
Como en Poe, la vida es una enfermedad y debe ser sanada con
la muerte.
Mientras vivamos debemos estar solos, sentirnos autónomos.
“Sentirse siempre solo,
Como fiera temible,
Encerrado en los hierros…
De una moralidad”
(De “Sentirse siempre solo”).
El símbolo de la perfección en vida serán las flores. Mucho
podríamos decir sobre estas y especialmente el simbolismo de la rosa. Pero
incluso esta perfección es una agonía. Le-Quesne en el poema “Las flores”
indica:
“Las flores son divinas
Mujeres que agonizan,
Quiméricos amores encantados”
Siempre estará el deseo de fusión con algo trascendente. La muerte es querida porque
como los gnósticos permite la liberación del alma y el encuentro con Dios. Así
en “Transfiguración” dirá:
“… Y olvidarnos de todo:
Creer eternizar
El supremo momento,
Y, en un temblor de estrellas,
Sentir el pensamiento
Fundirse en el de Dios!”
Pero no queremos agotar en estas notas la poesía íntima de
Le-Quesne. Solo nos urgía el desesperado intento de presentar a esta poetisa
que ha de ocupar un lugar en el Olimpo de las letras femeninas chilenas junto a
almas semejantes. Me refiero por cierto a Teresa Wilms Montt y a María Luisa
Bombal, todas de destinos cainistas.
Terrible - ¡y santa!- trinidad de nuestras letras.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario