"Yo oro a Ti, oh Señor Sabio, con manos alzadas, y a Tu Santo Espíritu;
primero que todo, esperando que use la verdad y la rectitud, para obtener la luz de sabiduría y una consciencia clara, para agradar a Tu Creación".
(Yasna 28. 1)
La oración es un medio de acercar la palabra al corazón y el corazón a la palabra. Es además una forma de vincular la propia individualidad con su aspecto trascendente. En pocas palabras, una manera de acercarnos a Dios.
Cuando se es sincero, y cuando existe una práctica eficaz de la oración, palabra y corazón tienen el mismo latido.
Pero la oración no es un mecanismo entre tantos para acercarnos al Señor de Sabiduría (Ahura Mazda), sino que es el medio privilegiado. Ello por cuanto es el grito íntimo del hombre a su Señor. Es así como la fravashi (el aspecto más puro del hombre) se recuerda a sí misma, rememora su origen divino. El microcosmo o individuo reconoce su esencia divina y adopta con plenitud el ritmo que rige todo lo creado.
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La oración cuando es tradicional, proviene y se sustenta en un libro sagrado o en una enseñanza derivada de éste. Así, la oración al fundarse en un texto sacro - formalmente o en su espíritu - es palabra revelada que tiene una fuerza sobrehumana.
En el Mazdeísmo (Zoroastrismo) - como en toda forma tradicional -, la oración ocupa un papel notable. Así, la declaración de fe o credo zoroastriano, el Fravarane, une a un hombre a una colectividad a través de la afirmación de una doctrina. Sepamos que al orar unimos la fe de los antepasados con la nuestra y la proyectamos al futuro, como una flecha dirigida al tiempo. La oración es, desde esta dimensión, una expresión de la continuidad de una fe.
"Yo me declaro adorador de Mazda,
discípulo de Zarathusthra,
enemigo de los demonios (daevas),
seguidor de la ley de Ahura
y alabador de los Amesha Spentas (arcángeles o emanaciones divinas)".
Y en otra parte, se dice:
"¡Ven en mi ayuda, oh Mazda!
Yo soy adorador de Mazda
Yo me proclamo adorador de Mazda,
discípulo de Zarathusthra,
devoto y creyente".
Las estrofas son tomadas de los Yasnas del Avesta, especialmente del Yasna 12, siendo ampliadas.
Esta profesión de fe, es enseñada durante el Sadreh Pushti o Navjote (ceremonia de renacimiento o iniciación), y desde ese momento acompañará al discípulo por toda la vida, pues ha de repetirla día a día. De esta manera, se renueva permanentemente el compromiso con la religión (Daena; Din; Dên).
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La oración tiene un carácter vibracional que ha sido estudiado especialmente por el esoterismo zoroastriano, resguardado especialmente por los parsis (es decir, los zoroastrianos descendientes de los iranios que para mantener sus creencias huyeron de la invasión árabe a Persia). Es medio purificador concreto, real, que se concibe dentro de una ciencia tradicional o cosmología: el Avesta Mantrahm. Las palabras tienen una fuerza que la pronunciación y la entonación realzan.
Es posible cambiar el ser interno y externo con la práctica de las oraciones, y curar no sólo el alma sino el cuerpo. Esto que parece imposible para los modernos, tiene plena eficacia si se ora bien, por cuanto el Logos o Verbo Primordial (que se manifiesta en las oraciones tradicionales) es sustancia divina y divinizadora. Al orar es el Intelecto (Vohu Mana) el que actúa, pues él comprende la Realidad, y la puede modificar. Para aquel que tiene fe y sigue la doctrina recta, ajustando su mente, palabra y acción a Asha o Ley Divina todo es posible. Orar es una espada que usa el devoto contra la incredulidad.
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Entre las oraciones mazdeístas más poderosas se haya el Ahunvar o Yatha Ahu Vairyo. Tal es la santidad de aquella que ningún discurso podría ser lo suficientemente elocuente para hablar de todas sus cualidades.
Basta recordar que según el Bundahishn (texto sagrado que trata especialmente del génesis) es con el Ahunvar como el Señor de Sabiduría triunfa sobre el mal. La pronunciación de las 21 palabras que constituyen dicha oración son el alfa y omega del Avesta, del cual se dice estaba compuesto de 21 Nasks o capítulos. De allí que consideramos el Ahunvar como el sello o resumen del Avesta.
Ahunvar se funda en la palabra verdadera, la cual se opone a la mentira (Druj). Sólo aquélla puede vencer pues se afinca en Asha, que es la Ley Divina.
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Orar es también una manera de meditación. Puede ser útil, por tanto, auxiliarse de otros medios mientras oremos, como prender un incienso, tener una imagen de Asho Zarathusthra con las respectivas ofrendas (v. gr.: frutas, flores) y una vela encendida. El lugar debe ser propicio para orar, habiendo el silencio necesario para aquietar nuestro corazón y nuestra mente.
Pero más importante aun que los elementos indicados, la oración no es nada sino hay de parte del hombre una actitud de atención y reverencia.
En cuanto al tiempo que debe orarse, siempre será conveniente dedicar a ello el máximo posible (lo ideal es decir los 5 Gahs diarios). No obstante cantidad no es calidad y más vale orar poco pero concentrado y con sumo respeto, que mucho pero distraído.
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Por último, no se crea que orar es un acto vano. Las mentes materialistas como las proclives a la religión hallarán siempre un gran provecho en la oración. En un mundo como el que vivimos, en que "el tiempo es oro", donde correr es un deber y el trabajo nuestra opresión, orar se yergue como lo contrario a perder el tiempo. En efecto, ¿cómo puede perderse un tiempo que ganamos para Dios? ¿Cómo puede ser ineficaz lo que nos da la salvación, acercándonos a la realización espiritual? Quien en esta vida hace de su corazón un hogar de paz, tendrá en la otra existencia el palacio más hermoso que podamos concebir, pues será inalterable y eterno.
Al orar nos acercamos de alguna manera, sutil, a veces lenta, a veces veloz, pero siempre cierta, a la liberación.
Como bien ha dicho el tradicionalista rumano Vasile Lovinescu:
"Algunos minutos de atención durante el día pueden tener consecuencias incalculables y cambiar la dirección de toda nuestra vida, de nuestro devenir, no solamente en este mundo sino en el otro".
Lo mismo puede aplicarse a la oración que es la atención en la acción.
El milagro es la posibilidad implícita existente en cada segundo de reconocernos con nuestra Fravashi, lograr el cuerpo de gloria (Xvarnah), y así ascender a la Mansión de los Cánticos o estado celestial.
La liberación surge de aceptar lo correcto y desechar el error. ¡No nos neguemos a la felicidad que implica la santidad! Nuestra vida a cada momento puede cambiar de rumbo y aceptar el camino adecuado.
La oración es así el farol que nunca debemos dejar de lado.
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