sábado, noviembre 12, 2005

Simbolismo zodiacal en pórticos y portadas medioevales

Simbolismo zodiacal en pórticos y portadas medioevales

"Cuando la forma del Gran Misterio se manifiesta, se perpetúa, con su raíz, en la eternidad"(De Signatura Rerum, Jakob Böhme)
Curiosa puede ser para muchos la presencia de grabados representativos de los signos del zodiaco en las portadas y pórticos de iglesias o monasterios románicos y góticos, dada la supuesta raíz "pagana" de los primeros.
Pero, tales observadores desconocen un hecho fundamental. A saber: que la Tradición es Una, aun cuando puedan haber muchas tradiciones particulares, y que por lo mismo existen ciertos conceptos y valores que trascienden a las religiones particulares. Un buen ejemplo, es precisamente el zodiaco. Así las cosas, el Cristianismo no tendría por qué ser en principio opuesto al espíritu que subyace en el símbolo zodiacal; claro está, siempre que entendamos a qué se refiere éste.
Digamos por mientras que deben dejarse de lado ciertos prejuicios modernos, ya sean aquellos que consideran a la astrología como algo falaz, tanto como los que se encuentran impregnados de ese defecto temible que es la superstición, y que nos impide tomar conocimiento real del simbolismo tradicional. El zodiaco es ante todo una disposición de caracteres o energías divinas que atienden al movimiento estelar (en lenguaje hinduista: la respiración de Brahma, o pulso cósmico), y que influye en todo lo viviente. Además podemos concebirlo como una segmentación o división del año. En ambas visiones que no son contradictorias, sino complementarias, hay que destacar el hecho que el zodiaco es una ordenación, una manifestación divina que implica selección y jerarquía de las cosas, y que el hombre (microcosmos) ha de conocer e imitar. Por esto no ha de provocarnos asombro que para el mundo antiguo la ciudad sea una imagen del esquema zodiacal (*1), lo cual tiene sentido dada la búsqueda de armonía que caracteriza a los hombres tradicionales, armonía, decimos, que significa concordancia entre las dos caras de la Realidad: la macrocósmica (en este caso, indicada por el zodiaco) y la microcósmica (representada por la ciudad).
Esta adecuación de la estructura de la polis a la estructura del cosmos también se hace patente en las iglesias cristianas, las que, como todo templo, pretenden ser vivas imágenes del universo - como del hombre, lo cual en el fondo es lo mismo-. De esta manera la presencia zodiacal en las construcciones catedralicias no es azarosa, y menos aun extravagante, sino que, por el contrario, se encuentra llena de sentido al realzar la idea que el templo cristiano es una fiel representación del cosmos, y muy especialmente de la Jerusalén celestial. Pero es cierto que podemos indicar respecto a este tema, algo tan importante como lo anterior, aunque sea sólo para utilidad de los estudiosos del Arte Real o Alquimia: que en pórticos como los de las Catedrales de Magdalena de Vezelay y de San Lázaro de Autun, donde la figura de un Cristo en Majestad es acompañado por el zodiaco, se grafica la estación o periodo del año propicio para iniciar la Obra, lo que es igual a decir la etapa propicia de la composición de la Piedra Filosofal. La unión de Nuestro Señor a la de los doce signos zodiacales indica por otra parte que El es el Año y los doce signos los meses, queriendo decir con ello que el cristiano no ha de olvidar que quien rige su existencia en este plano vital es Jesús, el cual ha de alabarse día a día. Por lo demás este y no otro es el sentido del año litúrgico cristiano. Y ya que hemos enunciado el número doce, analicémoslo ahora con la profundidad necesaria para dar a entender lo esencial de su simbolismo. En el caso del Cristianismo tal cifra es básica. La cábala numérica (recordemos que hay además una cábala fonética, la cual desea interpretar esa célebre Lengua de los Pájaros), nos enseña que es la expresión unitiva de la maravillosa tríada y el cuaternario. Sabido es que el tres se encuentra infinidad de veces en la Biblia. Recordemos, por ejemplo, que tres fueron los Reyes Magos, que tres fueron las Marías que ocuparon un papel en la vida del Salvador, que El vivió treinta y tres años, que Nuestro Señor resucitó al tercer día, y que Pedro lo negó tres veces. Además, ¡y cómo olvidarlo!, es la cifra de la Santísima Trinidad, misterio fundamental de la teología cristiana. Y el cuatro está signado en la cruz, en el Tetramorfos, en los cuatro Evangelios. Arquitectónicamente es tan importante como el indicado número tres. En efecto, el templo en la antigüedad - como en el Medioevo- solía ser construido tomando por base el cuatro (los puntos cardinales) o el tres. Desde un punto de vista alquimista debemos decir que cuatro son las materias - fuego, aire, tierra y agua- y tres los elementos que han de extraerse de la substancia mineral: Azufre, Mercurio y Sal. La suma de ambas cifras - cuatro y tres - nos da el número siete, día en que Dios creó al hombre. Multiplicando el tres y el cuatro, surge el doce. Tal cifra es la de los Apóstoles, quienes acompañan a Cristo en la difusión del Logos. También, y como ya hemos señalado, son los doce meses del Año (Jesús) y además las doce horas del día (*2). Cada Apóstol representa una virtud zodiacal, es decir una fuerza y una energía cósmica que no es más que una manifestación parcial de Dios. Esta simbología está bella e implícitamente descripta a través de las esculturas que se encuentran en la portada del monasterio de Santa María de Ripoll, en España, y que muestran los distintos trabajos agrícolas que han de desarrollarse los meses del año. Por otra parte debe tenerse en cuenta que doce eran las tribus de Israel, implicación simbólica que ha de vincularse con la cosmológica de los doce signos zodiacales y con la mesiánica de los doce Apóstoles. Estas doce tribus, señala Jean Hani (*3) - tomando prestada la información otorgada por el Pseudo Jonatán - se distribuían en cuatro grupos de tres (la misma unión numeral que hemos indicado más arriba). Cada uno de éstos tenía un símbolo que le identificaba. Los estandartes eran: el León, el Hombre, el Toro y el Águila. ¡Es decir, los mismos animales que componen el Tetramorfos cristiano! Los cuatro Santos son entonces los soportes del Logos, el sustento humano más espiritual de la Iglesia, y que manifiestan en sí las cuatro virtudes cardinales de la Divina Comedia: Justicia, Prudencia, Templanza y Fortaleza. Una simbología zodiacal particular que puede hallarse en algunas puertas de templos medioevales, como la de San Sermín de Toulouse, es la de dos mujeres que se encuentran una al lado de la otra, con un animal sobre sus faldas: en una de ellas está sentado el carnero, en la otra el león.
Uno de los pies de cada mujer se apoya en una concha, símbolo hermético analizado por sabios como Fulcanelli, e interpretado como el recipiente del mercurio, lo que equivale a decir la materia más propicia para engendrar al Hijo de los Sabios. Habrá que rememorar que el Apóstol Santiago es representado con una concha amarrada en su cuello, y que la peregrinación a Santiago de Compostela, aun se caracteriza, entre otras cosas, porque aquellos que la emprenden se acompañan de tal elemento. Olivier Beigbeder (*4) indica que la concha es un símbolo celeste, lo que explica, en nuestro juicio, la unión de aquélla con las mujeres portadoras de Leo (el león) y Aries (el carnero).Es interesante hacer notar que en la imagen aquí estudiada tales animales están de frente, en formación de ataque, cuadro reiterado ad infinitum en los dibujos de los Filósofos, ya sea a través de la pareja del León Verde y el León Rojo, o del Águila y el León, o la compuesta por el Dragón Celeste y el Dragón Terrestre. En todas estas oposiciones hay algo que se nos quiere expresar, y es que en el "juego cósmico" se requiere de la lucha entre dos principios: el pasivo y el activo. El primero es representado en nuestra portada medioeval por el carnero o cordero (el signo zodiacal conocido como Aries); el segundo, por el león (Leo). Tal oposición es real desde un aspecto, pero no debe creerse que son principios contradictorios en su "esencia más íntima". Efectivamente, ambos animales nos muestran dos aspectos de la Manifestación Divina: el pasivo y el activo; pero que en última instancia son partes del Uno. Aplicando esta terminología a un lenguaje cristiano, diremos que el cordero es el Cristo del Sacrificio, la substancia o cualidad que es el alimento ritual de la Misa. Y que el León, es el Cristo posterior a Su Muerte, es el Cristo resucitado, aquel que se manifiesta a los Apóstoles transfigurado. Es el Sol Invictus, cuyo emblema es Leo, astro eterno que brilla en los corazones de sus hijos. El cordero es el color blanco de los alquimistas, el león es el rojo que sella la Gran Obra. Sin embargo, nuestra exposición estaría incompleta sino dijéramos algo, aunque sea breve, acerca de otro aspecto zodiacal representado en las iglesias de la Edad Media. Tal tema es el de los dos Juan -Juan Bautista y Juan autor del Apocalipsis o Revelación- y que ha sido suficientemente estudiado por René Guénon, por lo cual sólo haremos algunas acotaciones. Resumiendo, casi todas las portadas medioevales poseen las esculturas o grabados de los dos Juan, lo cual es natural dado su simbolismo cosmológico. Representan al solsticio, indicando la fase ascendente del Sol (Cristo) y su descenso. Se encuentran a la entrada del templo, en las portadas, las que no olvidemos son receptáculos de imágenes que revelan lo que hemos llamado ordenación cósmica. La palabra Juan inmediatamente trae a la mente la de Jano o Janus, el dios con dos rostros, y tal analogía tiene asidero, ya que presenta un cuerpo con dos manifestaciones. Y el misterio juánico, del cual tanto se habla pero poco se comprende, no es otra cosa que eso: entender cómo una misma energía tiene dos polaridades. Digamos para terminar que los planetas seguirán su andar en el cielo; cada cual en el derrotero que se les ha trazado. Pero siempre sometidos a la Voluntad de Dios. En esto el hombre no es la excepción, por más que el moderno se pretenda dueño de sí y de sus actos. El actuar consciente y libre sólo existirá cuando nos entreguemos con amor a Él. Pues las estrellas y el cielo se mueven por la fuerza del Amor, que es Dios.
Este mensaje tan sencillo pero profundo es lo que nos quisieron legar esos colosos de la humanidad que fueron los constructores de catedrales, y que gracias a la noble piedra perdurarán hasta el fin de los tiempos.
(Santiago de Chile, octubre de 2001)
NOTAS
(*1)= René Guénon, El zodiaco y los puntos cardinales, en Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada, EUDEBA, Buenos Aires, 1988, pág. 88.
(*2)= Jean Daniélou, Los símbolos cristianos primitivos, Ediciones Ega, Bilbao, 1993. Ver el capítulo VIII (pág. 105-114)
(*3)= Jean Hani, El simbolismo del templo cristiano, José J. de Olañeta, Editor, Barcelona, 1997, pág. 81 y 82.
(*4)= El análisis de esta imagen se encuentra en su libro La simbología, Oikos-Tau Ediciones, Barcelona, 1971. *Artículo publicado en italiano, el año 2001, en la revista tradicional "L´Idea. Il Giornale di Pensiero". Quadrimestrale internazionale di studi tradizionali.

*Publicado en castellano, en revista "Ciudad de los Césares", N° 66, Septiembre de 2003, Santiago de Chile.
Sergio Fritz Roa

jueves, octubre 13, 2005

René Guénon y la función primordial de la Orden del Temple


Mucho se ha escrito - y no hay duda que se seguirá escribiendo- en torno a la "Orden de los Pobres Caballeros de Cristo", más conocida como "Orden del Temple". Ello, a pesar de los siglos que nos separan de su creación, acaecida en 1118, sino unas décadas antes, como algunos postulan. Incluso - hecho poco común en la historia - pareciera que el tiempo fuera el mejor aliado del interés por los templarios: mientras más nos alejamos de los momentos fundacionales del Temple, todo lo que concierne a ellos se incrementa.
Sin embargo, creemos que si se quiere escribir o hablar de la "Orden del Temple", todo intento será vano sino sabemos cuál fue su función primordial (pues es ésta precisamente la que da sentido a las otras funciones posibles). Sólo así podrá develarse la simbología que emplearon, indagar en su historia, y entender sus aparentemente contradictorias relaciones con otras hermandades como los hashishin y los drusos. De otra forma, el símbolo será sólo signo; la historia templaria, una simple aventura guerrera; y las conexiones del Temple con el Islam una mera diplomacia.
A fin de penetrar en el verdadero objetivo de los templarios, la Sophia Perennis se presenta como la llave que abre la puerta del palacio cerrado del Rey, para usar una terminología alquímica; pues sólo con ella las incógnitas se despejan, desvaneciéndose las dudas y revelándose los significados profundos, íntimos, de nuestro objeto de estudio. Y dado que de sabiduría eterna hablamos, nos apoyaremos especialmente en la autoridad de René Guénon, quien es para nosotros uno de los testigos más lúcidos en plena Edad del Hierro, a la vez que gran difusor de la Tradición en el Occidente.
*
Sin lugar a dudas, a un hombre moderno le llamará la atención ver un mapa donde Jerusalem se sitúa en pleno centro del mundo (1). Y, sin embargo, como se sabe, en la Edad Media se confeccionaron tales planos.
¿Por qué si estos mapas son europeos, Jerusalem ocupa el centro y no París o Roma, por ejemplo?, se preguntará extrañada dicha persona.
La respuesta ha de encontrarse en el teocentrismo en el cual vive toda comunidad tradicional, como fue la cristiana medieval. En efecto, para una sociedad religiosa, todo gira en torno a un principio supremo, por lo que su estructura necesariamente ha de ser piramidal. En la cúspide se encuentra el poder espiritual (detentado por la casta de los brahamanes o sacerdotes), de donde proviene una Luz que es Sabiduría y que cae hacia todas las esferas de la convivencia social, impregnándolas de manera distinta, pero real.
Un pueblo como el cristiano de la Edad Media, erige su vida conforme a la religión - entendida ésta en un sentido amplio -, la cual no debe verse únicamente como manifestación exotérica sino también como poseedora de una dimensión esotérica.
Y así, el papel de Jerusalem para el cristiano es fundamental, toda vez que gran parte de los hechos bíblicos ocurrieron en dicha ciudad, como es allí donde se encontraba el célebre Templo de Salomón, verdadero arquetipo de los santuarios. Pero la Jerusalem terrenal es además una reproducción del Paraíso o Jerusalem celestial, centro primordial y eje del mundo (axis mundi). Su simbolismo, comprensible por la ciencia tradicional de la geografía sagrada, dirá relación con el corazón, sede de la vida y del intelecto.
Jerusalem es así un lugar al cual el devoto cristiano debe ir; es un viaje a la excelencia divina. En tanto centro espiritual (2) del mundo cristiano, es fuente de sabiduría y espiritualidad. Ello motivó que peregrinos europeos, especialmente, fueran a ella en búsqueda de la Paz, y realizaran un arduo viaje, que no sólo es físico, sino a la vez interior, pues es recogimiento y entrega.
Esta Tierra Santa, que durante el lapso de un siglo aproximadamente permaneció en poder cristiano, tuvo en los caballeros-monjes templarios a algunos de sus célebres custodios.
*
Una cuestión fundamental para entender la misión de los templarios dice relación con el concepto "custodios de Tierra Santa".
Tal calificativo no era exclusivo de esta orden cristiana. Era compartido por hashishin (3) y drusos, dos corrientes doctrinales musulmanes que han sido acusadas, con pocas probabilidades, de heréticas; acusación que también será lanzada contra los templarios. Incluso los grados iniciáticos de dichas órdenes eran similares.
René Guénon acertadamente ha señalado que este término se vincula con una función que debe entenderse en un sentido espiritual ante todo. Y así, no implica exclusivamente, como muchos han creído, la defensa de una geografía determinada (Jerusalem y los territorios cercanos), por valiosa que pudiera ser. Es antes que cualquiera cosa el resguardo de la tradición misma. Lo que protegieron los templarios es la riqueza de la doctrina cristiana, entendida como un abanico de posibilidades dentro de cierto marco espiritual definido.
Por ello, no es casual que sean los franciscanos (4) a quienes después de la caída del Temple se les entregue este título de "custodios de Tierra Santa". De esta manera, la continuidad de un mensaje se hace efectiva, no obstante la obvia pérdida de algunos elementos doctrinales y formales, que desaparecen en su mayoría con la misma Orden del Temple.
Tierra Santa, Tierra Pura, Tierra de Inmortalidad, son conceptos usuales para referirse a lugares dotados de cierta cualificación que les concede un papel privilegiado (5). Dicen relación con el "centro del mundo", espacio donde habita por excelencia el espíritu divino. Es el eje del mundo (axis mundi) para una forma tradicional determinada. En este caso, coincide con el de al menos tres religiones (tres religiones del Libro): la judía, la cristiana y la musulmana.
Guénon es bastante explícito al respecto: "existe una <> por excelencia, prototipo de todas las demás, centro espiritual al cual todos los demás centros están subordinados, sede de la Tradición primordial de la que todas las tradiciones particulares se derivan por adaptación a tales o cuales condiciones definidas, que son las de un pueblo o una época" (6).
El centro - papel que desempeña efectivamente un lugar como Jerusalem - dirá relación con el Principio, siendo por tanto una imagen de éste (7).
*
Pero los templarios no sólo habrían sido custodios de Tierra Santa, sino además los promotores de un intercambio entre Oriente y Occidente; es decir, los intermediarios de una sabiduría perenne que brillaba con fuerza en Oriente. La desaparición de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, será según Guénon el hecho que distingue el alejamiento de Occidente con la Tradición.
Es interesante destacar como luego del infame proceso que se urdió en contra de los caballeros templarios, una serie de hechos nefastos para Occidente irán desenvolviéndose. Cada vez se hará más lejana la unidad espiritual del continente europeo, como la potestad religiosa se irá difuminando. Los cristianos se dividirán y el racionalismo empezará a infiltrarse en los monasterios y otros centros de saber.
Pero no se crea que con la caída de los templarios el esoterismo cristiano desaparece (8). Perdura en forma débil dentro de algunos miembros de la jerarquía eclesiástica, y con más nitidez y especialmente en agrupaciones como la masonería (la cual con el tiempo se irá desviando de su carácter inicial propiamente hermético-cristiano), en el trabajo de los alquimistas, en los rosacruces. Sin embargo, es verdad que jamás habrá una orden de carácter sacerdotal y militar a la vez, como fue la de los templarios, hermosa expresión de la unidad en la dualidad.
Y acerca de este último aspecto plasmaremos unas notas.
*
Un tercer carácter que define lo que llamamos función primordial templaria, y que se encuentra muy ligado al anterior, por tratarse de un papel mediador lo constituye el ser una orden de monjes-guerreros.
Tanto la Regla Primitiva como el Liber ad milites templi. De laude novae militiae (9) dan cuenta de un hecho novedoso en materia cristiana, y es la existencia de una orden militar y sacerdotal a la vez.
Esta dualidad misteriosa, sin embargo, puede encontrar algunos antecedentes en otras sociedades tradicionales. Así, por ejemplo, en la antigua Persia o en la China imperial, donde el rey era también sumo sacerdote. Poder espiritual y poder temporal iban unidos y no podía concebirse una especie de contradicción entre ambos.
El simbolismo dual - que, sin embargo, no es óbice a una interpretación trina (10) - se encuentra relacionado con el esoterismo templario. Véase por ejemplo la vestimenta (la cruz roja sobre el blanco), el beaucéant o baussant, etc. El famoso sello templario donde dos caballeros cabalgan un mismo corcel (sigillum templi) no es otra cosa que expresión de esta unidad. No sólo se trata dicha imagen de una evocación de la pobreza - como muchos creen - sino ante todo de la plenitud de ambas potestades (sacerdotal y militar), característica exclusiva y excluyente de la Orden del Temple en la Cristiandad medioeval.
*
Como podrá haberse apreciado, cada uno de los puntos analizados en torno a la función primordial del Temple puede ser materia de extensos estudios. Dado que no podemos extendernos más en esta oportunidad, esperamos haber entregado una orientación sobre la misión primordial de los templarios, a la vez que recomendar la lectura de un autor tan instructivo como René Guénon, cuya opinión en esta materia como en otras puede sernos útil. Con estas pautas nuestro lector podrá continuar indagando en dicha Orden, sin perder de vista lo esencial de lo accesorio, lo verídico de lo irreal.

NOTAS.-
* Este artículo también ha sido incluido en Boletín Temple de Septiembre de 2005.
1.- Véase, por ejemplo, el mapa incluido en La Biblia, Volumen I, John Rogerson, Ediciones Folio, S.A., Barcelona, 1993, pp.64 y 65. A fin de resaltar el aspecto de centro cristiano del mundo, el cartógrafo incluye a Jesucristo en el mapa, y así su cabeza está arriba del mundo, sus brazos extendidos son el este y el oeste, y los pies el sur.
2.- No olvidemos que Jerusalem es tres veces santa. Y así ocupa un lugar primordial para tres monoteísmos: cristiano, judío e islámico.
3.- Sobre la relación templarios-hashishin, véase el libro El Islam y el Grial, Pierre Ponsoye, José J. de Olañeta, Editor, Palma de Mallorca, 1998, p.100 y ss. Dicho texto no sólo es útil para el estudio de dicho vínculo, sino en varios asuntos concernientes a la influencia islámica en la caballería medioeval, por lo cual sólo podemos recomendar su lectura. También el artículo "Templarios y "hashishin": semejanzas y contrastes" de Jorge Francisco Ferro, incluido en Oriente-Occidente. Revista de investigaciones comparadas. Universidad del Salvador, Año III, N°2, Julio-Diciembre de 1982, Buenos Aires, pp. 229 a 245. Finalmente, es de interés el capítulo XIII de Codex Templi. Los misterios templarios a la luz de la historia y de la Tradición, VV.AA, Aguilar, Madrid, 2005, intitulado "Los templarios y la secta de los Asesinos", a cargo de Chema Ferrer Cuñat. En cuanto a la historia de los hashishin, como material introductorio, se encuentra Los asesinos. La secta de los guerreros santos del Islam, Edward Burman, Ediciones Martínez Roca, S.A., Barcelona, 1988.
4.- Véase el excelente artículo de Franco Galletti, "Dante, S. Francesco e l´ Oriente", en L´Idea. Il Giornale di Pensiero, Anno VII, N°1, 2001, GEI editrice, Roma, pp. 26 a 53.
5.- Véase el libro de René Guénon, El Rey del Mundo, Luis Cárcamo, Editor, Madrid, 1987. Otro ejemplo de centro espiritual, aun cuando oculto, es revisado en nuestro estudio "El mito de los centros espirituales ocultos y en especial de la ciudad de los césares" (Bajo los Hielos. N°3. Marzo de 2000, Santiago de Chile, pp. 8 a 10; puede hallarse este texto en http://www.bajoloshielos.cl/). Posteriormente, hicimos un análisis más extenso, el cual se encuentra en "Un centro tradicional en América del Sur", Ciudad de los Césares, N° 68, Año XV, Marzo de 2004, Santiago de Chile, pp.38 a 43. En italiano, "Un centro tradizionale in Sud America", L´Idea. Il Giornale di Pensiero, Anno VIII, N°2, 2002, GEI editrice, Roma, pp.31 a 42. Véase además el capítulo "Los guardianes de Tierra Santa" de Ángel Almazán de Gracia, incluido en Codex Templi. Los misterios templarios a la luz de la historia y de la Tradición, VV.AA, Op. cit.
6.- Esoterismo cristiano, René Guénon, Ediciones Obelisco Argentina S.A., Buenos Aires, 1993, pp.39 y 40.
7.- Véase el artículo "La idea del centro en las tradiciones antiguas", incluido en Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada, René Guénon, EUDEBA, Buenos Aires, tercera edición, 1988, pp.51 a 61.
8.- Debemos ser cuidadosos y no creer que el esoterismo necesariamente ha de ser ajeno a la jerarquía de una religión. No siempre el esoterismo se encuentra de manera "periférica" al "culto oficial", como quienes creen que el esoterismo del Islam se agota en el Taçawwuf (Sufismo) o sólo se encuentra en el Shiísmo; o que con la caída de la Orden del Temple desapareció el esoterismo del cristianismo. Tal juicio es peligroso, pues tiende a un reduccionismo que hace sinónimos lo general con lo absoluto.
9.- Aun no hay conformidad entre quienes han estudiado el tema, si la Regla Primitiva - también conocida como Regla Latina -, escrita hacia 1128, es obra de San Bernardo. En el caso que ello no fuere efectivo, de todas formas parece haber existido una influencia de éste en dicho texto, lo cual puede respirarse en su espíritu. Respecto al Liber ad milites templi, escrito posiblemente entre 1130 y 1135, en cambio, hay consenso en que el monje de Claraval fue su autor. Anotemos de paso que René Guénon escribió un libro sobre San Bernardo, a quien consideraba una de las figuras más importantes de la Cristiandad medioeval. Sobre San Bernardo véase nuestro "San Bernardo. El brazo armado de la Iglesia", capítulo IV de Codex Templi. Los misterios templarios a la luz de la historia y de la Tradición VV.AA, Op. cit. pp. 147 a 171.
10.- En efecto, una mirada más atenta nos podrá llevar a concluir que es admisible, e incluso necesaria, una visión trina del Temple. Todo símbolo es plurisignificativo, y, por tanto, no es contradictorio decir que tanto el sigillum templi como el baussant tengan al mismo tiempo una significación dual y trinitaria. En cierta forma, la significación más íntima, más acorde al Temple, es la trinitaria, al adecuarse a la creencia de un Dios Uno y Trino, sostenida por la Iglesia Católica, de donde surge dicha Orden. Por otra parte, decimos que es necesaria por cuanto así se evitan posibles confusiones, especialmente las que puedan venir de ambientes ocultistas, donde se ha pretendido ver en los caballeros templarios un residuo de maniqueísmo y por tanto de dualismo extremo. Sobre la visión trina del simbolismo templario, véase el capítulo de Fernando Arroyo Durán, "La Orden del Templo de Salomón: primeros años y entorno social", en Codex Templi. Los misterios templarios a la luz de la historia y de la Tradición VV.AA, Op. cit pp.45 y 46.
Sergio Fritz Roa
Publciado originalmente en:

miércoles, agosto 31, 2005

LOVECRAFT CONTRA LA MODERNIDAD




LOVECRAFT CONTRA LA MODERNIDAD

Por Sergio Fritz Roa



Hablar sobre H.P.Lovecraft (1890-1937) no sólo es referirse al terror cósmico, mitos venidos de tiempos perdidos para la memoria del hombre, cultos espantosos de inconcebible significación, libros prohibidos y a una demonología bastante personal. Si así fuera, simplemente Lovecraft no ocuparía el puesto que hoy se le reconoce en las letras ( y escribo esto considerando exclusivamente a los lectores; los críticos aun libran debates en torno a quien es por lo demás un personaje controvertido). Lovecraft es además un visionario, un psicólogo de nuestros miedos y aquello que nadie parece darse cuenta: un crítico de la modernidad y de su hija, la ilusión pos-moderna .Y es justamente este el aspecto –metapolítico, por lo demás- de la obra lovecraftiana que aquí deseamos tratar, no sin antes hacer una muy sintética biografía.

Nacido en Providence, Nueva Inglaterra, Estados Unidos, Lovecraft fue educado exclusivamente por su madre y tías. De manera autodidacta devorará todo tipo de saber; sumergiéndose a tempranísima edad en los cálidos manantiales de la letra impresa y comenzando el lento camino de escribir. Su primera historia "The Noble Eavesdropper", según el estudioso lovecraftiano S. T. Joshi, dataría de1896. Lovecraft creó sus propias revistas, que distribuirá entre amigos, desde los nueve o diez años. Posteriormente publicará artículos de astronomía en revistas como "The Pawtuxet Valley Gleamer" y "The Providence Sunday Journal". Sin embargo, será en el fanzine "Weird Tales" (1923-1954) donde se editará la obra que lo hará eterno.

Aunque según muchos su vida fue la de un recluso, no se puede decir que estuvo "desconectado" del mundo. Sabía muy bien lo que allí ocurría. La información recibida en sus paseos por Providence y los viajes a otras ciudades (New York, Boston, Florida, etc.) era complementada por libros, diarios, revistas, y por el medio de comunicación que más veneraba: las cartas. Además tuvo la suerte de contar con excelentes amigos, quienes frecuentemente lo invitaban a sus hogares.

Lovecraft amaba su mágica Providence. y también a aquella nación que dejó a sus hijos allí: la Inglaterra de los puritanos. No la Inglaterra del siglo XX, sino aquella dueña de valores propios, totalmente contrarios a lo que engloba lo "moderno". Igual admiración recaería en la legendaria Roma imperial. El profundo conocimiento que tuvo de la historia de esta última no deja de causarnos admiración. Basta leer, por ejemplo, la carta escrita a su amigo, el escritor de ciencia ficción, Donald Wandrei, el 2 de noviembre de 1927, para percibir el estudio que dedicó a estas materias.

De todas las críticas al mundo moderno – Nietzsche, Guénon, Evola, Heidegger, Jünger, Benoist, etc.- posiblemente la más original, junto con la de Céline, sea la de Lovecraft. Esta no es la postura del filósofo o del político, sino la del poeta. Se critica la modernidad no tanto por su injusticia, por su sistema económico basado en la "moral" del mercader, por su devoción al consumismo – aunque nadie podría negar que esto importa- sino por su fealdad intrínseca. Fealdad en la arquitectura, fealdad en el lenguaje, fealdad en la forma de concebir la vida...fealdad en las miradas. Esta visión, la visión crítica del poeta, la hallamos en otros hombres de letras, como Pound o Mishima, pero en Lovecraft adquiere un carácter único, menos polémico y más pesimista. ¿O sería mejor decir realista?

Si bien HPL (las iniciales de su nombre) se definía a sí mismo como una persona de ciencias, materialista mecanicista y "conservador en cuanto al método y la perspectiva general", la verdad es que en su obra nada o muy poco hay de aquello. La crítica hecha en sus relatos a la estrechez de la ciencia y el racionalismo, lo acerca a un autor admirado por el propio Lovecraft ( y con él la dupla Bergier-Pauwels): Charles Fort. Para ambos, la ciencia es lo que sirve para esconder la realidad primordial, lo que acecha en nuestra mente y que habita en todo eón y en todo espacio; en fin, aquello que constituye el misterio de la vida.

Mas que racionalismo hallamos en Lovecraft gnosticismo. Ya Serge Hutin en su libro "Los gnósticos" lo notaba.

Un problema con que topamos al intentar entender la vida (¿o debiéramos decir las vidas?) de HPL y que se relaciona sobremanera con lo que estamos tratando, es la postura frente a la democracia norteamericana y su supuesta simpatía hacia el fascismo.

Este es un tema difícil, donde la especulación ha llegado a lo más atrevido. No deja de ser llamativo que se haya escrito un texto dedicado especialmente a este asunto: "El libro de Lovecraft", de Richard Lupoff (Valdemar Editores, España, 1992). Hacer preponderantes las ideas políticas en autores no políticos, es algo no muy original en estos tiempos. Piénsese en el inquisidor Victor Farías y su condena al filósofo Heidegger, por citar un solo y reciente caso.

Creemos, sin embargo, que la postura "política" lovecraftiana, la que no deja de ser más que eso, una posición ideológica y no práxica, es demasiado personal para ser encasillada en los totalitarismos de signo fascista. En verdad, corresponde al ideal del noble inglés de los siglos XVIII y XIX o del aristócrata romano. Precisamente el paradigma contrario al representado en el "American way of life", que hoy es universal.

Lovecraft, como algunos escritores (Robert E. Howard, A. Machen y C.A.Smith, son otros casos paradigmáticos), hace de la fantasía un arma para arremeter contra el mundo moderno. La fantasía (que no es lo mismo que evasión) es uno de los grandes poderes y posibilidades de la literatura, que tiene como nota característica la facultad de crear o revivir el mundo que deseamos. De inmediato surge la interrogante acerca de cuál es el mundo anhelado por HPL. Del todo cierto es que no es el mundo descripto en "El llamado de Cthulhu" (1926) o en "El modelo de Pickman" (1926) - aunque sin embargo, estos escritos nos aportan elementos de la crítica lovecraftiana: el primero es un ataque a la frágil seguridad en la que vive la sociedad actual; y el segundo hacia la idea de que "sólo existe lo que vemos"- .

El mundo soñado por el escritor de Providence es el que describe en sus obras "dunsanianas" (el neologismo hace referencia a la influencia que dejó en HPL el decimoctavo barón Dunsany, escritor de una poética fantasía) como "Los otros dioses", "El árbol", etc., y en aquellos cuentos más propiamente "lovecraftianos" como "La poesía de los dioses" y el mágico relato "La llave de plata". En este último, HPL escribe: "Pero cuando comenzó a estudiar a los filósofos que habían derribado los viejos mitos, los encontró aun más detestables que quienes los habían respetado. No sabían esos filósofos que la belleza estriba en la armonía, y que el encanto de la vida no obedece a regla alguna en este cosmos sin objeto, sino únicamente a su consonancia con los sueños y los sentimientos que han modelado ciegamente nuestras pequeñas esferas a partir del caos".

Donde la visión antimoderna alcanza mayor intensidad es en el relato, casi desconocido, intitulado "La Calle", que trata de las etapas en la vida de una calle determinada, la que finalmente toma venganza contra los hombres por el olvido de las tradiciones. El amor por las costumbres coloniales y la tristeza por lo que ha impuesto el vertiginoso devenir, es descripto de forma que no deja dudas sobre el pensar de Lovecraft. También en "Él" la visión del futuro es apocalíptica. Lo que HPL trata en "La Calle" se transforma en "Él" en la historia crepuscular de una ciudad: New York. Anotemos de paso que la descomposición de entidades colectivas - una calle, una ciudad- recuerda "La Caída de la Casa Usher" de Edgar A. Poe.

Lovecraft será un outsider ( como el personaje del cuento lovecraftiano de idéntico nombre, escrito en 1921). Quizá esto lo hará percibir procesos políticos, económicos, y por sobre todo, espirituales, que los demás no pudieron vislumbrar. Y esto lo expresará con una terrible fuerza: "Todos los ideales de la moderna América - basados en la velocidad, el lujo mecánico, los logros materiales y la ostentación económica - me parecen inefablemente pueriles y no merecen seria atención".

Como otros dos colosos de la literatura fantástica, Poe y Machen, Lovecraft sufrirá el desconocimiento de sus compatriotas y de su tiempo. Al igual que los escritores señalados sólo será reconocido décadas después de su muerte y en la lejana Francia, cuna de otro mago: el poeta Baudelaire.

Lovecraft, lúcido como siempre, había dicho en "Él": "Pues aunque me he calmado, no puedo olvidar que soy un intruso; un forastero en este siglo y entre los que aun son hombres". (*)


(*) Fuente: Sergio Fritz Roa, "Lovecraft contra la modernidad", publicado originalmente en revista "Ciudad de los Césares", N° 46. Invierno de 1997. Santiago de Chile, p. 25 y 26. (La presente versión posee algunas modificaciones)





sábado, agosto 20, 2005

miércoles, agosto 17, 2005

SALUDOS DESDE NYERMIA

Este es el rincón de un amante de la Literatura Fantástica, la Alquimia y los mitos antiguos.