Débora Goldstern. Fuente: http://cronicasubterranea.blogspot.com/
Este hallazgo llevó a conectarnos con Sergio Fritz Roa,
[1], que a través de Geografía Sacra, irradia un mensaje enriquecedor, que hoy deseamos presentar a los lectores del blog. Este guenoniano dedicado, esoterista de rango, así como escritor y estudioso de nuestra América pasada, es un invitado digno, que lleva la palabra “entrevista” hacia otro escalón, y que resulta imperdible lectura para profundizar en los temas que también son materia de éste blog.
En tu escrito “El mito de los centros espirituales ocultos y en especial de la Ciudad de los Césares ”, se brinda una reseña magistral sobre el significado de los centros tradicionales americanos asociado a lo “subterráneo”. Se enfatiza el carácter esotérico como vía de abordaje e introducción, a un tema que disociado de este factor, no encuentra la recepción debida perdiéndose en vericuetos confusos, donde lo fantástico y legendario son moneda corrientes. Creo que uno de los grandes problemas con los cuales se enfrenta este tema, es la negación del aspecto iniciático, que sin las claves correctas se transforma en vía muerta.
Efectivamente, no habrá comprensión real y absoluta de lo que denomino “centros espirituales ocultos” (Aghartta, Ciudad de los Césares, Paititi, etc.) mientras no se los encuadre dentro de una visión que sólo el esoterismo puede dar. Para ello, la doctrina cíclica (las cuatro edades del mundo: edad del Oro, de la Plata, Bronce y Hierro; sapiencia que por lo demás es universal y no solo propia de los antiguos griegos) y la geografía sacra nos serán útiles. Ello por cuanto el ocultamiento actual de dichos centros de sabiduría se debe al nivel de involución espiritual en que se encuentra la humanidad. Oscuridad –precisamente, la Edad de Hierro es la que vivimos, la cual es regida por la diosa Kali y que se caracteriza por una fuerte densificación de las cosas, incluso del tiempo- que dice relación con la radical separación microcosmo-macrocosmo que ha creado el modernismo, y que se expresa en el antropocentrismo, la destrucción ecológica, la masificación, el racionalismo, etc.
Debido al carácter iniciático de estas doctrinas, no todos podrán lograr una aprehensión real de lo que significan los centros espirituales ocultos. Pues no se trata de arqueología, de búsquedas de tesoros o mera comprobación de hermosas leyendas. Lo que está en juego es la valiosa posibilidad de contactarse con una realidad metafísica y por tanto de transmutarnos. Y ello tiene un alto costo, no precisamente mercantil…
A tu faceta esotérica se complementa la de un estudioso del pasado americano, en especial, los Andes, algo que en lo personal me identifica mucho. Antes de pasar a los descubrimientos que hace poco diste a luz, hay un tema que quiero desarrollar, y que se centra en la visión de algunos autores, sobre la historia de nuestro continente. Sudamérica en especial es donde la creencia de los “dioses blancos” cuenta con más difusores, idea, que fue compartida en gran medida por Jacques de Mahieu, y Miguel Serrano, entre otros. ¿Coincidís en esta postura?
Sí y no. La respuesta puede parecer ambigua, pero me explicaré:
Sí, toda vez que efectivamente las mitologías americanas recogen la creencia que los fundadores de ciertos pueblos de este continente eran blancos y barbados. De allí las leyendas sobre Bochica, Quetzacoatl, Viracocha, etc. A ellos se los asocia normalmente con el símbolo de Venus y también con la cruz. Pero la presencia “blanca” precolombina no solo se encuentra en la mitología y las leyendas, sino en infinitud de hechos, como las similitudes entre el arte de Tiahuanacu y las esculturas medioevales, el lenguaje rúnico en piedras de New England (USA), residuos de pueblos blancos (por ejemplo, lo que indican los cronistas respecto de Boroa, en el sur de Chile), etc...
No, toda vez que estos autores suelen ser algo unilaterales a la hora de hablar de los primeros habitantes de estas tierras o al menos de los creadores de cultura. En efecto, motivados por sus propias visiones políticas han querido solo ver la presencia blanca en América, olvidando que habría muchos más pueblos que pudieron estar en estas tierras. Por ejemplo, la presencia islámica precolombina es un tema que solo recién empieza a llamar la atención. Al respecto recomiendo el libro del Dr Abdullah Hakim Quick, “Deeper roots, Muslims in the Caribbean from before Columbus to the present”, donde se nos habla de la presencia islámica en América, incluso antes de la llegada de Colón (caso del geógrafo Abu ´Abd Allah Muhammad al-Idrisi, hacia 1150 DC); como de pueblos negroides, los que son representados en unas piedras halladas en el Yucatán, y cuya data estaría entre 800 y 654 A.C. También se sabe de evidencias chinas, fenicias, bereberes, egipcias, etc. Respecto a estos últimos, las investigaciones de Oscar Fonck como de Barry Fell parecen demostrarlo. Por otro lado, no solo blancos europeos (sean éstos vikingos, templarios o misioneros cristianos) pudieron haber llegado, sino judíos y romanos, tal como algunas investigaciones parecen demostrar.
Otro de los grandes interrogantes en cuanto al pasado del continente, lo constituyen los túneles que se extienden por la cordillera, que nos remite otra vez al tema subterráneo. Generalmente estas construcciones son tratadas por los arqueólogos y estudiosos en general, como algo anómalo y no integrado en el puzzle andino, que a su vez es el epicentro donde se asientan estas construcciones ciclópeas. Hay como una permanente disociación que buscan desvincular “piezas incómodas”, y que no encajan en la historia establecida para América.
Tienes razón, pues la historiografía oficial es bastante conservadora. Por ejemplo, las investigaciones que pueden cambiar la manera de datar la historia americana, son normalmente silenciadas o criticadas brutalmente. Oscar Fonck, al que he citado recientemente, nunca contó en Chile con la ayuda oficial, a pesar de sus grandes investigaciones. Y hay otros casos, por ejemplo, el mismo De Mahieu… Sus trabajos son sorprendentes y merecen estudios profundos de parte de quienes tienen los medios económicos y técnicos, es decir los científicos oficiales… ¿Quién de ellos hasta ahora los ha profundizado?... Y ¿qué pasó con las “momias blancas” halladas en Perú? ¿O cuál es la explicación dada por la ciencia oficial a la estatuilla barbada que se encontraría en el Museo Dillman Bullock? De todas maneras, pese al conservadurismo de la ciencia oficial, hay muchas personas que están tratando de abrir horizontes en estos temas, y así como hoy incluso los científicos ya aceptan la existencia de agua en la Luna y en Marte, cuestión que era anatema hasta hace poco, en algún momento deberán reconocer que varios de los descubrimientos para ellos considerados acientíficos son evidencias concretas.
Pasemos a uno de tus descubrimientos: los Mapas Líticos. ¿Cómo se inicia este hallazgo, que desde su aparición concitó la atención internacional?
Mucha observación y algo de intuición. En una caminata a la zona andina cercana a San Esteban, me percaté de una piedra en el suelo que tenía una imagen muy curiosa, parecida a un mapa de Sudamérica. Posteriormente en la misma zona hallé otra que representaría el contorno sudamericano y parte de lo que sería el oeste de Africa. Y luego un posible mapa que me cuesta definir si se refiere a Eurasia o a otro continente. En estos casos, he preferido la prudencia y he hablado de “posibles mapas líticos”, pues hay un margen de posibilidades que se trate de vetas de las piedras, aunque sea rarísima coincidencia hallar todos estos objetos en un perímetro de menos de un kilómetro. Por lo demás, no sería la primera vez que se encuentran en Chile esta clase de mapas líticos. Otro joven investigador, llamado Rafael Videla, ha descubierto en la zona andina del Maule otra representación americana. Ello, acaeció según Videla, el 2005. Como puntos en común se trata de mapas líticos encontrados en Los Andes, cerca de lugares arqueológicos (en el caso de Videla cerca de la misteriosa zona llamada El Enladrillado; y en el mío de un lugar donde la cultura Aconcagua repletó de petroglifos las rocas), y que representan América. En caso de ser dibujos realizados por manos humanas, surgen interesantes preguntas. Desde ya, ¿quiénes fueron sus dibujantes? ¿Y qué tipo de conocimiento les permitió dibujar con precisión el contorno americano?
¡Hay que estar atento a lo que la naturaleza nos quiere decir!
Otro interesante estudio que sacaste a la luz fueron “Los megalitos de El Quisco y su simbolismo protohistórico”. Sin tuda su investigación revela que una cultura desconocida se extendió en América, y que podría tratarse de una civilización autóctona, concepto que no me resulta desconocido, ya que personalmente pienso que además de las migraciones registradas, este continente desarrolló una cultura propia, y cuyos vestigios más visibles se encuentran en las grafías halladas, que marcan una lengua aún más antigua que la de sus propios lugares de origen. Eso no lleva a pensar que quizás en un tiempo remoto, América exportó está civilización hoy ignorada.
A diferencia del caso de los posibles mapas líticos, en el cual por el momento no deseo afirmar en un 100% que se trata en todos los casos de figuras confeccionadas por el hombre; por el contrario, los megalitos de El Quisco no me merecen duda alguna, debido a la cantidad y forma de aquéllos. El conjunto constituye lo que sería un centro ceremonial o astrológico, o ambos a la vez. Allí hay formas pétreas que representan animales como tortugas, jabalís, ranas, etc. Y también hay de rostros de hombres, con sus tocados. Hay una similitud con los gigantes líticos de Marcahuasi y unidad conceptual con el “Intihuatana” de Rocas de Santo Domingo, a pocos kilómetros de El Quisco. Creo que estos dos centros (El Quisco y Santo Domingo) pueden ser efectivamente autóctonos; o en su defecto restos de una cultura de origen norafricano (egipcio, libio, etc.) asentada en la zona central chilena.
Respecto a lo último que señalas, habría mucho que decir. El difusionismo (es decir, la creencia que ya desde tiempos remotos existió intercambio marítimo entre los cinco continentes) parece estar en lo correcto. La teoría del aislacionismo no solo es un insulto para las inteligencias toda vez que considera que solo los europeos (y ¡solo desde el s.XV!) podrían haber llegado a estas latitudes y no viceversa, sino que además considera los océanos y mares no como puentes sino como barreras, lo cual es inexacto no solo históricamente sino que es cuestión de preguntarle a los marinos cómo consideran el mar; si como un muro o como senderos. Acerca de este interesante tema, la obra de Roberto Rengifo, un investigador chileno que llegó incluso a dictar charlas ante la Sociedad Científica de Chile en las primeras décadas del s.XX, se presenta de vital interés. Esto último, abro aquí un paréntesis, demuestra el gran nivel de apertura de los científicos chilenos de fines del s.XIX y principios del XX. Este caso no es aislado, también es prueba de dicha apertura el hecho que el gran erudito nacional José Toribio Medina dedicará decenas de páginas de su clásica obra de 1882, “Los aborígenes de Chile”, a las tesis de poblamiento americano y chileno, incluyendo muchas que jamás los historiadores posteriores se han atrevido siquiera mencionar en sus “manuales”. Volviendo a Rengifo, él postuló que la humanidad surgió en la Antártica y que luego la cultura se desarrolló en Chile, para difundirse por todo el mundo. La migración para Rengifo siguió un proceso sur-norte, y desde América se expandió la cultura a todo el mundo. Aun cuando hay ideas en Rengifo que son frágiles y cuestionables, estoy seguro que su obra exige un estudio serio y completo, pues puede aportar información y líneas de pensamiento considerables.
Retomando nuestra línea esotérica, me sumerjo en la concepción guenoniana en cuanto a la tradición subterránea, que reflejó en su escrito mayor El Rey del Mundo. Creo que desconocer este escrito, hace perder un hilo muy importante cuando se trata de profundizar en estos misterios. De nuevo subrayo que sin una base esotérica la comprensión sobre el “mundo subterráneo”, queda desdibujada, convirtiéndose muchas veces en una caricatura. Además en El Rey del Mundo, Guénon pone las cosas en su lugar en cuanto al papel de Agartha como centro primordial.
Sí, estoy de acuerdo. En “El rey del mundo”, Guénon expone la teoría de los centros espirituales ocultos, en especial del Aghartta, tema que en aquellas décadas causaba gran polémica en los medios cultos, debido a dos libros: “Misión de la India en Europa” de Saint-Yves d'Alveydre y “Hombres, dioses, bestias” de Ferdinand Ossendowski. Estos textos junto al de Guénon, constituyen una imprescindible trilogía sobre Aghartta. En lo personal, creo que Guénon aprovechó la oportunidad de hablar sobre la doctrina de los centros espirituales, rectificando algunos puntos, y aclarando varias cuestiones al respecto, que los libros anteriores no supieron dilucidar. El metafísico de Bloy pudo integrar el “mito” de Aghartta a un asunto más complejo, que dice relación con lo que el esoterismo islámico llama Tasarruf. Digo lo anterior, porque si uno lee primero el texto de Saint-Yves d'Alveydre lo encontrará un texto flojo, incluso poco serio, mezcla de idealismos “esotéricos” con miradas políticas, etc. Y, por su lado, si únicamente leemos el de Ossendowski creeremos que Aghartta y el Rey del Mundo son solo leyendas asiáticas. La lectura de la obra guenoniana aquí se hace imprescindible, contextualizando las temáticas señaladas e incorporando a Aghartta dentro de la geografía sagrada.
En sintonía con el tema de Agartha, hace poco inicié una serie de reflexiones sobre aquello que a mi entender desvía del camino, en cuantos a los estudios del mundo subterráneo. Un ejemplo clásico, que señalo como error, es cuando se enuncia “Agartha, capital Shambhala”. Teniendo en cuenta que Agartha nace de la mano de Saint Alveydre, que lega su visión en Misión de la India en Europa, publicado a fines del siglo XIX, resulta por lo tanto muy posterior a Shambhala, que si encuentra un ligazón histórico, mucho más extenso. Sin embargo para muchos estudiosos está asociación es indivisible, y no parece preocupar la confusión.
En estas materias hay mucha confusión. Las razones de ello se deben a varios problemas. Desde ya, la escasa cualificación de quienes pretenden tratar estos asuntos; falta de conocimientos lingüísticos; mucha desviación intencionada (la “contrainiciación” de la cual hablaba Guénon); etc. Además, la misma naturaleza de los temas signados no es fácil. También, se debe considerar la problemática de las fuentes. No creo que Saint Alveydre u Ossendowski hayan inventado Agarttha. Guénon demuestra que ello no fue así. Sin duda, las fuentes utilizadas por estos autores, como sus propias vivencias, son distintas a las recogidas por otros autores, especialmente exploradores; pero esto en nada niega la existencia de un Aghartta.
Una visión que también legó Guénon, fue el misterio de la contrainiciación, y que en algún punto lo asociaba al mundo subterráneo. Sin embargo la caverna como símbolo, está vinculado al renacimiento espiritual, que luego de un proceso iniciático, posibilita el acceso al interior actualmente no visible. ¿Es posible reconciliar conceptos tan disímiles?
En el caso de los símbolos hay en muchas situaciones una pluralidad de significados. Los símbolos no siempre son unívocos. Por ejemplo, el simbolismo del dragón. Mientras que para los chinos representa la divinidad y lo sagrado; para los cristianos medievales, en cambio, era la representación del mal.
En cuanto a la contrainicación, cabe recordar que para Guénon la mejor representación de ésta a nivel geográfico más que las cavernas eran las llamadas “Torres del Diablo”, las cuales ocupaban parte importante de su correspondencia con el rumano Vasile Lovinescu.
Desde hace unos años se está hablando de un despertar espiritual que tiene como base nuestro continente, en especial Sudamérica. Más allá de los “cotilleos new age”, ¿podemos asentir con esta realidad, que muchos místicos vienen sosteniendo, y que en el pasado tuvo al Tíbet como centro mayor?
Segio Fritz, infinitas gracias!
Revista Bajo los Hielos
Estudios sobre Sufismo
Geografía Sacra
Mercurio Radiante
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