El siglo XX no fue un tiempo perdido para la historia del Hermetismo. Es más, puede estimarse como un apasionante periodo donde se combinó el respeto por la Tradición con el deseo de difundir un Arte que era visto hace no mucho como simple brujería, cuando en realidad nada hay más alejado de ello que Alquimia. Esto no implica que durante el siglo XX no hayan existido visiones erradas sobre esta ciencia; pues las hubo, y muchas. Pero, a pesar de ello, pudieron brillar luces que la historia del Arte Sacerdotal deberá consignar; luces, decimos, que resplandecen con energía propia. El caso Fulcanelli es el más evidente y reconocido; pero, ¿se puede olvidar acaso al gran hermetista Louis Cattiaux, quien - a pesar de los que se afanan en ver en él un simple escritor "espiritualista" - realizaba la Gran Obra física, y no sólo la interna; es decir no rehuía el empleo del Lab-Oratorio, reconociendo de esta manera aquella verdad por la cual el trabajo hermético comprende una dimensión interior como otra exterior, y, que, por tanto, el empleo de sustancias minerales como los procesos ígneos y disolutivos no son simple alegoría? Véase, por ejemplo, su crítica a la simplista idea según la cual la Alquimia es la "Yoga de Occidente", error en el cual incluso algunos autores tradicionalistas han caído. O este párrafo, conciso y seguro: " Tomáis la Alquimia como algo desencarnado, espiritual, evanescente, y no sé cuantas cosas más. No deja de ser extraño que todos los que se han interesado por los libros de falso ocultismo lo desencarnan todo de vez, y lo interpretan todo en este sentido. En tal caso, las mariposas que han salido de larvas y de gusanos deberían ser <> [...] y sin embargo son de carne y hueso querido amigo".
Otro ejemplo memorable y que se consigna en este texto es Coton-Alvart, quien sin duda es de los alquimistas más profundos y desconocidos del siglo que acaba de pasar, poseedor privilegiado de un conocimiento que iba desde el persa al latín, de la astrología a la física moderna, de los cultos mistéricos griegos a la Heráldica."Los alquimistas del siglo XX" es un compendio extraño; pero no por ello menos fascinante. Combina biografías con artículos, incluso un tratado de Filaleteo (que, por cierto, al no ser del s. XX solo puede generar extrañeza y confusión el descubrirlo en una obra que trata sobre autores de dicho periodo. No nos parece que el simple hecho que el traductor haya sido Henry Coton-Alvart, es decir un hombre del s. XX, sea motivo suficiente para que se haya incluido en este libro) y una carta ("Respuesta a René Guénon sobre la Alquimia", cuya lectura puede unirse a nuestro artículo "Las acusaciones de Eugène Canseliet a René Guénon", escritos que ayudarán a demostrar que la visión sobre la Alquimia que tenía uno de los hombres más lúcidos de los últimos tiempos, como fuera el metafísico francés, era equívoca, lo cual no nos debe impedir reconocer la importante labor de Guénon efectuada en la casi totalidad de materias que trató).De allí que una investigación dedicada a rastrear a aquellos solitarios que emprendieron los "Trabajos de Hércules" en Occidente (sigue pendiente un estudio sobre la Alquimia islámica e hindú durante dicho tiempo) no sólo posea mérito histórico, sino que es además útil para dar un testimonio de la presencia espiritual en nuestros sombríos días.
Hubiéramos deseado la omisión de algunos artículos que en verdad poco aportan al libro, como la agregación de algún trabajo sobre autores que no aparecen y que, sin embargo, no son menos importantes que los que en definitiva se encuentran en las páginas del texto en comento. Y así, por solo dar algunos ejemplos, hubiera sido interesante que se hubiesen escrito algunos párrafos sobre Savoret, Schwaller de Lubicz (célebre egiptólogo, que conocía muy bien la Alquimia como el simbolismo), Simón H. y Archibald Cokren, autores ciertamente muy diferentes, pero que pueden mostrar otras facetas y colores de la Obra Alquímica.Lo anterior no disminuye el valor del trabajo de Dubois, a quien uno sólo puede reconocer su mérito y agradecer su esfuerzo, que ayudará especialmente a los jóvenes a internarse en la riqueza del camino hermético y conocer a quienes con espíritu, alma, y cuerpo intentaron re-inventar en el Lab-Oratorio el Mercurio Filosofal, agua de vida universal.
Otro ejemplo memorable y que se consigna en este texto es Coton-Alvart, quien sin duda es de los alquimistas más profundos y desconocidos del siglo que acaba de pasar, poseedor privilegiado de un conocimiento que iba desde el persa al latín, de la astrología a la física moderna, de los cultos mistéricos griegos a la Heráldica."Los alquimistas del siglo XX" es un compendio extraño; pero no por ello menos fascinante. Combina biografías con artículos, incluso un tratado de Filaleteo (que, por cierto, al no ser del s. XX solo puede generar extrañeza y confusión el descubrirlo en una obra que trata sobre autores de dicho periodo. No nos parece que el simple hecho que el traductor haya sido Henry Coton-Alvart, es decir un hombre del s. XX, sea motivo suficiente para que se haya incluido en este libro) y una carta ("Respuesta a René Guénon sobre la Alquimia", cuya lectura puede unirse a nuestro artículo "Las acusaciones de Eugène Canseliet a René Guénon", escritos que ayudarán a demostrar que la visión sobre la Alquimia que tenía uno de los hombres más lúcidos de los últimos tiempos, como fuera el metafísico francés, era equívoca, lo cual no nos debe impedir reconocer la importante labor de Guénon efectuada en la casi totalidad de materias que trató).De allí que una investigación dedicada a rastrear a aquellos solitarios que emprendieron los "Trabajos de Hércules" en Occidente (sigue pendiente un estudio sobre la Alquimia islámica e hindú durante dicho tiempo) no sólo posea mérito histórico, sino que es además útil para dar un testimonio de la presencia espiritual en nuestros sombríos días.
Hubiéramos deseado la omisión de algunos artículos que en verdad poco aportan al libro, como la agregación de algún trabajo sobre autores que no aparecen y que, sin embargo, no son menos importantes que los que en definitiva se encuentran en las páginas del texto en comento. Y así, por solo dar algunos ejemplos, hubiera sido interesante que se hubiesen escrito algunos párrafos sobre Savoret, Schwaller de Lubicz (célebre egiptólogo, que conocía muy bien la Alquimia como el simbolismo), Simón H. y Archibald Cokren, autores ciertamente muy diferentes, pero que pueden mostrar otras facetas y colores de la Obra Alquímica.Lo anterior no disminuye el valor del trabajo de Dubois, a quien uno sólo puede reconocer su mérito y agradecer su esfuerzo, que ayudará especialmente a los jóvenes a internarse en la riqueza del camino hermético y conocer a quienes con espíritu, alma, y cuerpo intentaron re-inventar en el Lab-Oratorio el Mercurio Filosofal, agua de vida universal.
Publicado originalmente en: http://www.bajoloshielos.cl/17fritzalqui.htm
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