(Ilustración que muestra como se imaginaban los occidentales a Hassan ibn Sabbah, el "Viejo de la Montaña", lìder de los assacis o asesinos)
a).- Sobre el origen de la palabra Assacis
No ha sido fácil hallar un consenso entre los
estudiosos acerca del origen del nombre de esta expresión del
Chiísmo
ismaelí. Se ha escrito de diversas formas, y por tanto se le han
asignado distintos significados.
Una de las primeras referencias a los assacis
dada por un europeo se encuentra en la obra de Benjamín de Tudela,
titulada “El itinerario de Benjamín de Tudas”. El autor habría
estado en Siria, donde supo acerca de los ismaelitas sirios a los
cuales llama “hashishin”.
El historiador Arnold de Lubeck algunas décadas después ocupó el
término “heissessin”.William
de Rubruck en el s.XIII empleará el modo “axasins”;
y Marco Polo, quien hará célebre en Europa a los assacis,
los denomina “ashishin”.
El célebre veneciano relacionará el término
con la palabra Hashis,
de allí que los considere como “fumadores de Hachís”,
interpretación inexacta que, sin embargo, se hará predominante en
el Occidente, incluso hasta hoy a pesar de haberse alzado las voces
de algunos estudiosos que han demostrado lo inadecuada de la
mencionada visión.
Más plausible parece ser la interpretación que
indica que se trataría de assasiyoum,
es decir “los fieles al Assa”
(fundamento de la fe), y especialmente la que nos precisa que
provendría del plural de la palabra árabe assa
(guardián). Los aspectos teológicos y
militares de la Orden de los assacis,
como veremos, eran algo central en su forma de vida.
b).- Sus ideas
Como hemos visto, las ideas de los assacis
eran chiitas,
y específicamente ismaelíes. Por tanto creían que no bastaba el
Qur´an
y los hadices
para comprender plenamente el mensaje profético; sino que se debía
recurrir a los Imames,
quienes eran las únicas personas autorizadas de su interpretación.
A los assacis
les repugnaba el poder dominante, pues consideraban que no estaba
plenamente justificado, y, que los únicos auténticos detentadores
no podían ser otros que los descendientes del Profeta Muhammad. De
allí que los chías cuando hacen sus bendiciones o nombran al
Profeta agreguen al tradicional “paz y bendición a él”, la
frase: “y a su bendita descendencia”.
Como ya se habrán dado cuenta nuestros lectores,
el Imam en
el chiísmo
ocupa un lugar central, dándosele un concepto muy específico. Para
el Islam sunnita
la palabra “imam”
se relaciona con la fe y también se utiliza para referirse a aquel
que dirige la oración (salat)
en comunidad. En cambio, para el chiíta implica una cualidad
personal que solo algunos elegidos por Dios tienen; pues sólo ellos
tienen el pleno poder para interpretar válidamente la palabra
divina. Pero el Imam
también cumple una labor comunitaria, y de allí que pueda
equipararse al Califa. Henry Corbin señalaba que la “Demanda del
Imam” era el equivalente para un ismaelí de lo que significaba
para un caballero medioeval cristiano la “Búsqueda del Grial”.
Una vez que el último Imam
se ocultó, en el chiísmo
se hizo imprescindible -para así poder interpretar la voz divina- la
existencia de un sacerdocio, el de los mulás;
cuestión que lo diferencia de los seguidores de la Sunna.
Aun cuando autores como Corbin han dicho
frecuentemente que otra diferencia entre sunnitas
y chiítas
es el esoterismo, el cual solo estaría en estos últimos, podemos
declarar con fuerza que ello es falso, por cuanto la mayoría de los
sufíes son sunnitas
y conservan la doctrina más interna del Islam dentro de la Sunna.
Tampoco es casual que los más importantes autores de lo que se ha
dado en llamar “escuela” tradicional (la cual se caracteriza por
la defensa de la Tradición en oposición al mundo moderno, y que
rescata el esoterismo) sean musulmanes sunnitas:
René Guénon, Frithjof Schuon, Martin Lings, Titus Burckhardt y
Michel Vâlsan.
Las doctrinas del ismaelismo se caracterizan entre otras, por las
siguientes.
Una muy importante es la diferencia entre zahir
y batin.
Zahir es
lo exotérico, representado por la Shari´a
y la literalidad del Qur´an.
Batin en cambio es un concepto que
designa lo esotérico. Lo propiamente ismaelí de esta diferenciación
(que hallamos en otras escuelas islámicas) es que el primero (zahir)
está graficado por el Profeta del Islam, y el segundo (batin)
por los Imames
y su enseñanza.
El Qur´an
encerraría siete niveles, cada cual más esotérico que el
precedente. La manera que permitiría el acceso a la comprensión de
dicho niveles es el Ta´wil,
o ciencia exegética. Según Henri Corbin, esta palabra en su
etimología significa “llevar de nuevo, reconducir a”. Pues de
lo que se trata es hallar el sentido último (y, por tanto,
primigenio) de las palabras plasmadas en el Qur´an.
También caracterizará el corpus
doctrinal de los assacis
el concepto de Talim
(enseñanza de la autoridad). Este tema será desarrollado por Hasan
ibn Sabbah en su libro “Los cuatro capítulos”, donde hace del
Imam un
engarce central de la labor profética. Esta creencia en el Talim
hizo que en ocasiones los assacis fueran conocidos como talimiyya.
Los ismaelíes de Hasan II llegarán más lejos
que otros chiítas,
negando incluso la utilidad de lo exotérico, por tanto dejando a un
lado las clásicas prescripciones alimenticias y formalidades
rituales. Su célebre “Declaración de Alamut” o “Anunciación
de la Resurrección” establecía que él era el Califa; que la
Shari´a
era abolida; y proclamó la qiyama
(resurrección de los muertos). Aquellos que aceptaban dicho
testimonio, serían favorecidos con la vida eterna.
Finalmente, debe considerarse como relevante de
la gnosis ismaelí el hecho que Fatima (la hija del Profeta Muhammad
y señora de Alí) sea exaltada a niveles que recuerdan al
Catolicismo respeto de la Virgen María. Es llamada incluso “Fatima
la Resplandeciente” (Fatima al-Zahra),
y es la mujer celestial, pura, en contraposición a la mujer
terrenal, efímera. Es interesante confrontar esta búsqueda de la
mujer espiritual con el ciclo griálico, donde el amor es sublimado y
expresado en una lucha contra la materia.
Otra rama ismaelí que se caracterizaba por la
defensa de la universalidad tradicional y en palabras de Pierre
Ponsoye (véase su libro “El Islam y
el Grial”) “daban
una gran importancia a las ciencias cosmológicas, en especial a la
Alquimia”, era la constituida por los
“Hermanos de la Pureza” (Ikhwânu´s–Safâ).
Esta escuela esotérica habría nacido en la ciudad de Basora, a
mediados o fines del s.X D.C.
(Alamut, la fortaleza donde tenía su sede y morada el "Viejo de la Montana")
c.- Paralelo entre los assacis y los templarios
Una vez dados algunos conceptos de importancia en
torno a la Orden del Temple y el Islam, podemos realizar una mirada
más profunda que aproxime a templarios y assacis.
Tanto templarios como assacis
se caracterizaban por ser una caballería espiritual asentada en sus
respectivas religiones. Tanto una como otra Orden fueron acusadas de
heterodoxas, por la escolástica dominante. Y así los templarios
según algunos autores serían “juanistas” y los assacis
ismaelíes.
En cuanto a los grados jerárquicos en los que se
constituían ambas órdenes, hay semejanzas evidentes. Y así, el
Maestre templario era para los assacis
el Sheik el-Djabal
o Señor (Viejo, en el sentido de sabio, experimentado) de la
Montaña. Luego venían los grandes priores templarios con su
correspondiente en los assacis
llamados dais;
y los simples priores templarios que eran conocidos en la secta de
los assacis
como dailkeberis.
Más abajo, los caballeros cristianos eran los refik
islámicos; los escuderos, los fiddiyyin;
y los hermanos, los lassik.
Se ha sugerido que los templarios habrían imitado el modelo
jerárquico de los assacis,
toda vez que estos últimos serían anteriores, lo cual tiene muchas
posibilidades de ser efectivo dado que fue precisamente en Tierra
Santa donde se dan los primeros pasos (al menos los visibles) de
constitución de la Orden del Temple.
La duración de ambas órdenes será alrededor de 170 años.
Ambos grupos darán una importancia a los castillos que no había
sido considerada tan vital por sus respectivos hermanos de fe.
El común interés por la alquimia. Se cree que
muchos miembros templarios la estudiaban tal como la estudiaron y
practicaron algunos assacis de
los niveles más altos.
La vestimenta usada por los miembros de ambas organizaciones
iniciáticas era muy semejante: traje blanco con algún distintivo de
color rojo.
Más allá incluso de los aspectos formales,
estructurales y organizativos de ambos grupos, es evidente que había
otros contenidos, que deben ser indicados aquí y que demuestran que
hubo necesariamente una comunicación entre ambas órdenes de
caballería y es la que dice relación con su objetivo. No por nada
tanto assacis
y templarios eran conocidos como “guardianes de Tierra Santa”. Y
es esta función la que los une más allá de toda cuestión de
“coincidencias” formales.
Como hemos visto, para musulmanes y cristianos
(y, ciertamente, judíos) Jerusalén y sus alrededores han sido
considerados como “Tierra Santa”. Custodiar estos lugares se
imponía como uno de los deberes máximos para los militia
y los fede´i
ismaelitas. Pero tal función no comprendía solo el aspecto
geográfico (es decir, custodiar Palestina), sino uno más
importante: preservar la Tradición.
Ya René Guénon ha expuesto claramente este
punto como para redundar en ello; sólo nos bastará con indicar que
la caída del Temple marca en la historia del Occidente un descenso
general, del cual nunca más se repondrá. Ello, por supuesto, tiene
explicaciones de orden ciclológico, que los sabios hindúes (de
forma semejante a sus hermanos iranios) ya habían previsto y que
explicaron con su doctrina de los Yugas,
siendo el último el Kali Yuga,
etapa en la cual la humanidad vive, y que se caracteriza por el
alejamiento de los seres humanos de la Tradición Primordial.
Al ser abolida la Orden de los Pobres Caballeros
de Cristo, se rompe el lazo que unía al esoterismo de Occidente con
el oriental, y aun cuando los franciscanos todavía detenten el
título de “Guardianes de Tierra Santa”, no se volverá más en
el Cristianismo al desarrollo efectivo de tal función. De destacar,
sin embargo, es el hecho que Francisco de Asís haya entablado un
diálogo fraterno con el sultán Malik
el-Kamil, en el periodo de la Quinta
Cruzada, quien apreció la sencillez y bondad del santo, a quien
agasajó con regalos.
(Fragmentos del libro "Templarios: Cruz y Media Luna. Dos visiones sobre la Orden del Temple", de
Sergio Fritz Roa y Pedro Silva, editado por Bajo los Hielos, Santiago, 2007.
Acá puede conseguirse vía AMAZON, haciendo click en la imagen:
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