Hoy es muy común hablar de drogas enteogénicas, las cuales son tomadas muchas veces por algo de moda, y se usan como algo tan simple como tomar un vaso con agua.
 Si no van acompañadas de la dirección de un auténtico maestro, caemos
 en el terreno de lo contrainiciático. Habría mucho qué decir al 
respecto; por ahora solo queremos mostrar un interesante artículo que trata de alguna manera este debate:
  
  
  
"Chamanismo Amazónico y Toxicomanía: Iniciación y Contra-Iniciación"
DR. JACQUES MABIT
Médico, fundador del Centro TAKIWASI 
Reconozco
 que la verborrea "psi" me provoca instintivamente rechazo, alergia que 
fue reforzada por mi experiencia profesional. Por ello creo conveniente 
que en primera instancia especifique "de donde hablo" con el fin de 
tener alguna posibilidad de ser comprendido.
Quisiera poder 
afirmar que hablo "desde el corazón": desde el corazón de la selva que 
me alberga desde hace ocho años; desde el corazón de la primera zona 
mundial de producción de pasta básica de cocaína y de consumo de ésta 
(muchas veces en asociación con el alcohol); desde el corazón de una de 
las formas más antiguas de terapia, el shamanismo indígena de la selva 
oriental del Perú; desde el corazón de una vivencia iniciática que me 
condujo hacia una exigente autoexploración de mis propias dependencias y
 alienaciones; en fin y esencialmente desde mi propio corazón humano.
Cuando
 un médico francés se aventura en el laberinto de prácticas y creencias 
shamánicas de la Alta- Amazonía, inicialmente sólo se encuentra así 
mismo y con el único bagaje de su ignorancia disfrazada de un tan 
magnífico como ineficiente caparazón de prejuicios y conceptos sobre el 
universo "prelógico y mágico-religioso de los grupos primitivos" ... El 
viejo curandero sonríe mientras aspira el humo de su pipa cancerígena, 
aconsejando sabiamente al extranjero neófito y parlanchín ingerir 
algunos de los preparados psicoactivos de plantas-maestras con el fin 
que el espíritu que los anima "hable y enseñe". Con tanto coraje como 
desesperanza, eso eslo que hice y el Espíritu indicó el Camino. El viejo
 había acertado: las plantas hablan y enseñan.
Al inicio del 
Camino, en la mayoría de los casos, el maestro debe ser exteriorizado. 
Hubo varios de ellos: Wilfredo, Ricardo, Guillermo, Solón y más que todo
 el viejo Aquilino, águila que ya voló. Cada uno me tomó de la mano en 
un momento dado del proceso iniciático y me hizo entrever un poco de la 
gran melodía divina que cantan a su modo. Y no sólo cantan de manera 
figurada sino que todos son dueños de cantos sagrados, los ícaros, armas
 terapéuticas temibles que les corresponde enseñar y regalar a sus 
alumnos. Desde entonces, hablo menos y canto más. Plantas psicotrópicas y
 melodías sagradas hicieron germinar al Maestro interior, el que 
precisamente se alberga en el corazón y de quien quisiera aquí ser el 
intérprete.
Hoy en día componemos un corazón múltiple, un 
verdadero coro, un equipo de ocho personas que animan Takiwasi, en 
idioma quechua la "casa que canta":dos médicos, dos psicólogos, un 
curandero, un profesor, un periodista, un estudiante. Todos son 
terapeutas en la medida en que todos asumen su propia autoexploración a 
través de las técnicas shamánicas amazónicas. Takiwasi constituye un 
proyecto-piloto interesado en la formulación de una alternativa 
terapéutica a la problemática de las toxicomanías, que se inspire del 
saber empírico de los curanderos autóctonos de la Amazonía peruana. 
Aparte de los trabajos de investigación, de difusión y de formación, 
Takiwasi se dedica desde 1992 principalmente a la aplicación clínica en 
jóvenes de la región adictos a la pasta básica de cocaína y que se 
presentan espontáneamente con una demanda de curación. Durante un 
internamiento voluntario promedio de 8 meses, el paciente está invitado a
 seguir la "vía del shamán", sin excluir un control médico convencional,
 con la finalidad de restituir cierta coherencia a su inconsciente y 
caótica búsqueda interior. Al saber ancestral (plantas depurativas y 
psicotrópicas, ayunos, aislamiento en la selva, baños, masajes...), se 
añaden técnicas de psicoterapia contemporánea (musicoterapia, 
meditación, entrevistas personales, dinámica de grupo, interpretación de
 sueños, ergoterapia, etc.).
No me parece oportuno a este nivel 
desarrollar el esquema estructural estándar de la psique del toxicómano:
 padre ausente, madre invasiva, etc.,observable bajo cualquier latitud, 
sino dar a conocer el ángulo de observación específico que nos ofrece la
 vía shamánica. En efecto, ésta restituye una visión de "lo humano" que 
contrasta notablemente con las banalidades psicologizantes de moda, 
validando su modelo no por el verbo y la logorrea sino mediante una 
eficacia en extremo sorprendente (una encuesta epidemiológica efectuada 
en la Costa Norte del Perú por un grupo de psiquiatras dirigidos por el 
Dr. Mario Chiappe, muestra con cinco años de distancia que los 
curanderos alcanzan un 60 % de éxito en su tratamiento del alcoholismo 
con un tratamiento más corto y mucho menos costosos que dentro de una 
estructura formal de salud).
Este modelo específico se distingue 
tanto de los esquemas analíticos convencionales como de los conceptos 
puramente materialistas donde prevalecen ante todo las explicaciones de 
tipo farmacológico o bioquímico de las tóxico dependencias. Los 
reduccionismos de la psicología y de la farmacodinámica se responden en 
eco dentro de un marco bipolar donde lo racional permanece como jefe de 
orquesta y refiere permanentemente a un juego de dualidad psicosomática.
 El enfoque convencional occidental presentaa un individuo cuyo centro 
de gravedad se ubica a nivel de la cabeza, del cerebro, del mental, el 
polo sexual opuesto siendo el lugar de las proyecciones fantasmáticas. 
Los clínicos positivistas (hay todavía muchos) se ríen de las 
"elucubraciones" de los "psi", pensando tener el principio activo 
incriminado mientras esos últimos tienden a explorar los laberintos de 
la psique sin atreverse a tocar el cuerpo-tabú del paciente toxicómano. 
En este debate sin fin se instituye una no comunicación de tipo 
esquizoide, reflejo de la patología colectiva cuyos terapeutas son 
muchas veces los mejores representantes. Entre los dos grupos, el 
toxicómano se siente dividido, despedazado y las prodigiosas antenas que
 desarrolla gracias a la ingestión de sustancias psicoactivas, le 
sugieren evitar esos enfoques demasiado unilaterales, mutilantes, que 
pueden acabar con él y pretenden confiscarle hasta el gozo de la 
autodestrucción. Frente a la binaridad de los sistemas conceptuales 
convencionales, el shamanismo reintroduce un ser trinitario 
recientemente reconocido en nuevos modelos post-modernos como el cerebro
 triúnico de Robert Mc Lean, la antropología ternaria de Michel Fromaget
 o la psicología transpersonal de Stanislav Grof. Todas estas propuestas
 se caracterizan por reconocer en el ser humano la existencia de una 
"tercera dimensión" que le permite escapar al encarcelamiento 
angustiante en la dualidad obsesional de nuestra época. Si las simplezas
 de una expresión cuadrada requieren solo de dos coordenadas, salir de 
la cuadratura del círculo y finalmente saber que la tierra es redonda 
implica abrirse a la trinidad e introducir el misterio del número pi. 
Ignorar este tercer factor equivale a negar la trascendencia como lugar 
de convergencia asintótica de la dinámica de la existencia. Por lo 
tanto, el punto omega que el sacerdocio de Teilhard de Chardín le 
permitió entrever, escapa a nuestras perspectivas humanas y nos obliga a
  la confrontación plana e infructífera de los contrarios. La vida se 
vuelve insensata: triunfo de lo absurdo que autoriza todas las locuras. 
Las fuerzas que se agitan en la zona ciega de nuestro campo de 
conciencia intentan a todo costo alcanzar el umbral de la manifestación,
 vale decir revelar el Misterio. La reapropiación del Sentido de la 
vida, de su propia vida, es una condición para el restablecimiento de la
 disciplina de los "arquetipos" demasiado "autónomos" según la imagen 
junguiana. La infestación insidiosa de este "ángulo muerto" por el 
espíritu satanizado de la droga suscita frecuentemente en el toxicómano 
un verdadero estado de posesión que requiere de parte del terapeuta un 
real trabajo de exorcismo. Es así que proceden los curanderos de 
numerosas regiones del mundo frente a las toxicomanías consideradas como
 un estado de total sumisión al espíritu ofendido de la sustancia 
ingerida. La planta (coca, amapola, cáñamo, vid, tabaco...) es negada en
 su dimensión sagrada, su espíritu violado con el fin de explotar su 
riqueza: la manipulación inconsiderada y despreciativa de esta fuerza se
 voltea contra el profanador. Omitiendo de respetuosamente "temer a 
Dios" que no existe, el toxicómano emprende sumersiones transpersonales 
incontroladas que lo atrapan entre los dos términos de toda experiencia 
numinosa: tremendum y fascinans. Está a suvez dañado en su propia 
sacralidad, en su espíritu mismo y no puede reencontrar la vía del 
equilibrio sino restaurando una relación justa y respetuosa con el 
Misterio. El terapeuta no puede entonces solo ser médico sino debe a la 
vez ser sacerdote, intercesor ante las potencias del"mundo-otro" 
ultrajadas por el "mundo-este", según la terminología que propone Michel
 Perrin.
La búsqueda prometea del toxicómano constituye un delito
 no en el fondo sino en la forma. Los dioses se manifiestan y desean 
revelarse: la busca de Sentido es más que legítima, representa el 
destino humano. Cuando el toxicómano peruano o europeo franquea la 
barrera protectora de lo racional,intenta muchas veces de manera 
desesperada escapar de las extraordinarias obligaciones de nuestra época
 y encontrar una respuesta a las angustias existenciales que se 
manifiestan a través de un cotidiano triste y sin perspectivas. Pero 
comete por orgullo el error de desafiar a los dioses en lugar de 
rogarles. Omite poner "en formas" su pedido y, en este campo, la forma 
es la del ritual. Si cada planta constituye una puerta de acceso a lo 
divino, a la embriaguez divina, cada una posee también un lenguaje, un 
código, reglas de cortesía me atrevería a decir. En otros términos, cada
 planta exige un ritual específico y no puede acomodarse a 
seudo-rituales lúdicos recreados por los consumidores según su humor: 
happening hippie, ambiente "new age", fiesta de barrio, "party" yuppie o
 borrachera en grupo de los fines de semana... Es el espíritu mismo de 
la planta que se manifiesta poco a poco y revela su naturaleza, indica 
los códigos, designa los términos del intercambio. Esta revelación 
progresiva necesita de un maestro iniciador y de una forma ritual 
adaptada, es decir de una aceptación de las reglas de este Gran Juego, 
una humilde sumisión, una actitud interior de alegre receptividad. Ello 
por supuesto sólo es posible si, de una manera u otra, el "mundo-otro" 
es percibido como potencialmente bueno, positivo y por otra parte si 
existen guías credibles al cruce de la línea de frente. La proliferación
 de gurús dudosos y a veces claramente perversos, y la ausencia 
generalizada de testigos de la alegría de vivir, no facilitan la tarea. 
Los terapeutas modernos han ampliamente renunciado a su vocación ("lo 
que les llama"), abandonando su función sacerdotal, mediadora, dejando 
el campo libre a los engañadores y permitiendo la generalización de la 
Impostura.
La reintroducción del tercer término de la sacralidad 
viva y vívida, implica desde el inicio la revaloración del "sacrificio" 
en su sentido profundo, etimológico: "producir sacralidad". Se trata de 
sacrificar sobre el altar de su amor, de su búsqueda, algunos apetitos 
personales que amarran a la materia, al pasado, a la muerte, al ego. A 
cada uno le toca descubrir a qué debe renunciar, qué medida pone en el 
platillo de la balanza. No es evidentemente muy popular, a la hora de la
 llamada civilización del gozo y del placer, proponer el sufrimiento 
como parte integral de una parte liberadora. Pero no la proponemos 
nosotros sino que se impone como ley de la vida, como misterio que 
ninguna mística acaba de explorar. Diría que el sufrimiento "viene" y es
 aceptado o rechazado. Y Graf Durckheim hasta afirmará que hay que 
llegar a aceptar lo inaceptable, inicio de la sabiduría. Cómo nos es 
duro y difícil agachar la cabeza, "pueblo de nucarígida". Pero lo vemos 
claramente con los toxicómanos, si no se paga el precio a la entrada, se
 cancela a la salida y el monto es mayor... Cuestión de economía. El 
Toxicómano es el hombre-rebelde por excelencia, de una paradójica 
rebelión silenciosa contra lo no-dicho o lo mal-dicho (mal-dición). 
Oscura rebelión en busca de la luz donde puede llegar a entender en un 
momento dado, por coraje o por desesperanza en fin por divina gracia que
 la suprema rebelión se confunde con la obediencia absoluta, que la 
total sumisión es completa liberación. Por lo menos puede, como cada uno
 de nosotros, entreverlo y arriesgarse. El riesgo a tomar y que parece 
moustroso a nuestras "luces" es aceptar de comprender sino ser 
comprendido, asir sino ser asido, no arrebatar sino ser arrebatado. Ello
 vuelve, una vez más a interiorizar la posibilidad de una trascendencia 
amorosa y benevolente. Esta perspectiva será reforzada poderosamente por
 la encarnación de modelos convincentes: ¿el terapeuta lo será? Cuestión
 de sentido: frente a la desorientación del toxicómano, in-versión, 
perversión, el terapeuta subversivo para autorizar la conversión del 
paciente. Iniciación salvaje del toxicómano versus iniciación guiada del
 shamán: ¿dónde reside el "sentido común"?