Admiro en Poe la capacidad de indagar en lo más profundo de la psicología humana; en Lovecraft, el crear verosímiles paisajes de horror; en Dunsany y Tolkien la facilidad de concebir mundos y mitos. En Borges, reconozco al genio literario puro.
Aun cuando a mi juicio el autor de “El Aleph” no sea capaz de lograr el epíteto de buen psicólogo, plasmar concretamente lo numinoso, o edificar génesis sobrenaturales, es, sin embargo, el artista de la prosa depurada y el apóstol de la estética literaria. Es el técnico de la palabra. Pero también el arquitecto de colosales edificaciones narrativas. Es por ello que varios de sus relatos evocan la multiplicación de posibilidades, salidas, encuentros, caminos que se bifurcan, infinitas puertas. El lector no sabe dónde Borges lo llevará; ¡es impredecible! Un relato es a veces cien relatos y no es exagerado decir que un cuento borgiano contenga material suficiente para diez cuentos. ¿Cómo no recordar a las matrioskas, esas muñecas rusas que contienen a otras muñecas, y éstas a más, y así… ad infinitum?
Lógica matemática y paciencia filosófica. Eso es Borges. Es lo que me permite aventurar una hipótesis: Si aquél no hubiese sido escritor, sin duda se habría dedicado por entero a la abstracción propia de las matemáticas o a la reflexión de los amantes de Sophia. Ese deseo por desentrañar las redes ocultas de la realidad (la Haqiqat del Sufismo), de vislumbrar aquello que nos fue vedado, no es extraño en el argentino, sino que es su alquímica quintaesencia.
Región de espejos y senderos que se ramifican cual vías del árbol sefirótico de la Kabbalah, es Borges. Diseño que nos trae a la mente su amado Buenos Aires, entendido éste como axis mundi (eje del mundo), lugar donde confluyen como el aleph, todos los mundos, todos los hombres. Y, también, todos los Borges.
FUENTE: http://www.yareah.com/literatura_fritz_borges.php
Lógica matemática y paciencia filosófica. Eso es Borges. Es lo que me permite aventurar una hipótesis: Si aquél no hubiese sido escritor, sin duda se habría dedicado por entero a la abstracción propia de las matemáticas o a la reflexión de los amantes de Sophia. Ese deseo por desentrañar las redes ocultas de la realidad (la Haqiqat del Sufismo), de vislumbrar aquello que nos fue vedado, no es extraño en el argentino, sino que es su alquímica quintaesencia.
Región de espejos y senderos que se ramifican cual vías del árbol sefirótico de la Kabbalah, es Borges. Diseño que nos trae a la mente su amado Buenos Aires, entendido éste como axis mundi (eje del mundo), lugar donde confluyen como el aleph, todos los mundos, todos los hombres. Y, también, todos los Borges.
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