La obra de René Guénon es tal por el sentido armónico y teleológico de todos sus escritos, aunque el aspecto de sus trabajos sea amplísimo: desde una simple carta donde trata cuestiones de carácter semántico hasta un texto crítico del espiritismo, o desde un artículo sobre la iniciación masónica al análisis de ciertos aspectos difíciles de comprender del sufismo, Guénon siempre intenta lograr algo de capital importancia: mostrarnos la sustancia en sí, desprovista de aquellos adornos superficiales que la modernidad le ha ido agregando. En este sentido podemos decir que la tarea guénoniana es una Guerra Santa contra la oscuridad que significa la ignorancia, manifiesta en la manera en que el hombre moderno entiende la religión, la vida, la moral, el cosmos. Busca extraer el verdadero sentido de las cosas, ubicándose desde una altura olímpica a la cual jamás han llegado los filósofos, salvo en raras ocasiones. Para nuestro autor la facultad que permite al hombre realizar en sí mismo la Identidad Suprema no es la "diosa razón" de los modernistas, sino el Intelecto, de la cual la primera es solo un simple reflejo.
Pero esta característica de la obra guénoniana, sólo puede entenderse a cabalidad si señalamos su otra virtud: el carácter providencial de ella; es decir, el haber llegado en un tiempo (principios y mitad del siglo XX) y en un lugar (Francia) claramente simbólicos. En efecto, Guénon conoció del nacimiento y auge veloz de los movimientos antitradicionales y pseudotradicionales de Occidente; los cuales presentaban un esoterismo desviado y pretendidamente originario de Oriente, que el metafísico francés desenmascaró totalmente. Es menester recordar que aquellos días significaron un encuentro directo entre Oriente y Occidente, teniendo Guénon la misión de ser un intermediario espiritual de ambas culturas, y el mejor y más cualificado intérprete en Occidente del pensar y ser orientales. Por otro lado, Francia era el centro espiritista y antitradicional, pseudotradicional y contratradicional del mundo, lugar que posteriormente ocupará los Estados Unidos, con la Teosofía y la New Age.
Guénon representa en estos tiempos de Kali-Yuga, la llegada del Intelecto puro. Su estilo es sumamente riguroso - quizás demasiado abstracto y frío, carente de poesía-, sacrificando a toda costa la intuición en el lector, para hacer permanente la claridad. Así, podemos decir que mientras Guénon encarna la Verdad, otros autores (nos viene a la mente la figura de Schuon) expresan la Belleza.
Desde aquí, desde este distante y mágico extremo del mundo, rendimos un homenaje en el cincuentenario de su partida visible al seno de Allah a este notable maestro del esoterismo, invitando a nuestros lectores a sumergirse en las límpidas y cristalinas aguas de la Tradición, la cual encuentra en este autor su más preclaro intérprete.
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