martes, enero 24, 2006

Consideraciones sobre los tiempos actuales


Consideraciones sobre
los Tiempos Actuales
(Sergio Fritz Roa)

El presente escrito puede considerarse a la vez un Manifiesto y una meditación pertinente sobre los tiempos que nos ha tocado vivir. La intención no es agotar un tema de por sí amplio, como lo es el referente epocal y espacial en que nos situamos, ni tampoco existe una pretensión por nuestra parte de resolver en pocas líneas la complejidad de las problemáticas espirituales, sociales y políticas a las que el hombre del tercer milenio cristiano se ve enfrentado. Menos pretenciosos somos, y sólo nos interesa que las siguientes palabras sirvan de herramientas espirituales, es decir soportes para la reflexión interior, que, sin embargo, puedan concretarse en acciones específicas. Tales armas nos ayudarán a buscar, incluso en la sombra, la Morada Eterna, centro supremo donde la Verdad se imprime como ley atemporal .

La primera meditación dice relación con la comprensión del tiempo específico en que nuestra esencia se desenvuelve. Es decir, las circunstancias en que el Ser deviene. Indudablemente, el tiempo que nos ha sido dado no debe tomarse como una especie de "carga", sino más bien como una "prueba" o "desafío". Incluso más, dejando de lado todo fatalismo tradicionalista (que no tradicional), una posibilidad de crecimiento cualitativo.
Las distintas tradiciones nos hablan de una etapa oscura que finalizará este ciclo histórico. Términos como Apokalipsis, Edad de Hierro, Crepúsculo de los Dioses, Kali Yuga, dan cuenta de tal hecho. En tal época, se relajan las costumbres, tarea difícil es hallar sabiduría en la humanidad, la violencia toma niveles desconocidos, el culto a lo sagrado se desvanece, el materialismo crece, se invierten los roles de mujer y hombre, hay desastres naturales de envergadura insospechada, etc. Tales condiciones parecen ser las que se presentan en la hora actual. Mas, la Tradición indica que luego de esta subversión, vendrá una época de lucha, en la cual vencerá la Luz, para inaugurar una nueva Edad Dorada. Y, por otra parte, que lo que se avance en este tiempo será mejor recompensado que si hubiera sido realizado en otro tiempo. Así quien ore hoy una vez al día, será cómo si un hombre de otra época hubiera orado cien veces.
De esta forma, para la mujer y el hombre que aquí nos interesa el pesimismo es algo que debe ser descartado sin más, toda vez que impide todo avance, interno y externo; e incluso más, no sólo deja al ser en el mismo lugar (lo cual en términos reales es imposible), sino que lo hace retroceder.

Una segunda reflexión dice relación con las acciones que deben ejecutarse en una situación como la anteriormente descripta.
¿Qué se debe hacer? Podríamos instaurar como regla el hacer todo aquello que acelere la llegada de la Luz. Las posibilidades o medios se muestran casi infinitos. Y en definitiva son expresión del matrimonio entre voluntad ordenada y fe sincera. A fin de orientar dicho camino, conviene señalar algunos ejemplos de acciones válidas: La creación de grupos de estudios; el sano debate entre semejantes, la crítica -¡por todos los medios!- a las taras modernistas; la adhesión a una corriente espiritual tradicional; la lectura de autores que no lleven el sello de lo personalista, sino de lo universal; el preferir lo sencillo frente a lo complejo; la humildad (no la idiotez de quien se resigna a todo); la cercanía a la naturaleza; el cultivo y respeto del arte; el estudio de las cosmologías; etc.
Una tercer meditación nos llevará al análisis del desarrollo de ideas como las expuestas - y en general las defendidas por autores como Guénon, Schuon, Evola, Burckhardt, Coomaraswamy, etc.-, en medios contingentes. ¿Vale la pena enfrentarlas con una sociedad que sólo parece tener oídos para lo efímero? La respuesta no puede ser otra que SÍ. La razón íntima de libros como "La crisis del mundo moderno" (R. Guénon) o "Rebelión contra el mundo moderno" (J. Evola), por sólo citar dos buenos referentes, es justamente cuestionar los falsos ídolos de la modernidad, a fin que aquellos que aun tienen ojos para ver y oídos para escuchar, puedan retomar la Vía Sacra.
Una cuarta meditación la centraremos en algunos equívocos en los cuales podemos incurrir aquellos que decimos defender lo sacro.
Primero: debe entenderse que Tradición no es un concepto muerto. Tradición y pasado no son lo mismo. Es más, la Tradición se actualiza y deviene. ¿Por qué entonces esa falsa creencia de algunos "tradicionalistas" en que sólo lo pasado y todo lo pasado es positivo? Ello, nos parece un reduccionismo que impide ver la Totalidad; a la vez que es expresión de una frustración inmensa. No; Tradición no es pasado; es continuidad. Incluso más, ella es intemporal. De allí que en todo momento, incluso en épocas materialistas como la que vivimos, sea posible acercarse a la Tradición. Aquellos que vean la Tradición como algo pasado, la habrán enterrado para sí mismos y asistirán a un museo contemporáneo, y no a una fuente viva, como en verdad es aquélla.
Segundo: En la defensa de la Tradición ha de evitarse el dogmatismo inerte. Si bien la Tradición implica y comprende ciertos principios inamovibles, lo cual jamás nosotros podríamos desconocer, no por ello significa que todo lo que ella aprehende tiene esta característica, especialmente cuando se manifiesta en distintos lugares. La razón es simple, y dice relación con la existencia de las diferentes tradiciones o formas particulares de expresión de la Tradición. Lo que para una tradición formal es válido, puede no serlo para otra. Si para un cristiano el día domingo es sagrado, por lo cual ha de evitarse el trabajo, ello no es aplicable, por ejemplo, para un indígena americano. De esta forma, debemos ser cuidadosos al momento de defender lo que creemos ser Tradición. Por otra parte, un discurso excesivamente dogmático (por ejemplo: "todo lo pasado es bueno, todo lo moderno malo") al ser disconforme con la Realidad, impide
credibilidad en nuestros oyentes.

Tercero: Se debe dejar sin más las rivalidades entre "escuelas" tradicionales y rescatar lo válido de cada autor. Lo pétreo del discurso de algunos, se origina en el dogmatismo inerte del que hablábamos recién, y es precisamente lo que Evola llamaba "escolatismo". Cansados estamos de debates sobre si Guénon es superior a Schuon, si Evola era realmente un autor "cualificado" en materias espirituales, etc. Habrá que ser implacables en esto, y detener esta bola de nieve que crece y crece de forma demencial.
El sello eterno - el gesto dotado de inmortalidad - que puede encontrarse en un autor determinado no es su nombre, ni su personalidad, ni su circunstancia temporal, sino la conformidad de su pensamiento y vida con aquella Verdad que es trascendente a los hombres.
Y una última consideración acerca de lo que debe hacerse en estos momentos y en los que vendrán. No se debe claudicar jamás en la defensa de lo que es eterno e inmutable. En lo eterno nos reconocemos; en lo que no perece, nos hacemos sabios.
Pues en lo inmortal se encuentra la Patria de la que hablábamos al principio. Todo lo demás, es arena que el viento se lleva.

No hay comentarios.: