Un bello artículo acerca del Icono.
Lo recomiendo.
Sergio Fritz.
“Para los ojos humanos esta belleza es inaccesible, solamente el conocimiento y el alma pueden alcanzarla. Cuando esta belleza iluminaba a los Santos, entonces, dejaba en el alma de ellos una insaciable sed. Aquéllos, a los cuales el amor de Dios tocó y colmó, no pudieron contener su ímpetu amoroso. Llenos de deseo de contemplación de la belleza de Dios, ellos rogaban que su contemplación divina se prolongara por toda la eternidad.”(1)
San Basilio el Grande
Antes de hablar del “icono” en sí, debemos centrar primero nuestra mirada hacia aquella mentalidad creadora que dio origen a las obras de arte que son objeto de nuestro ensayo. Lo hacemos así, no solo para dar una “orientación” sino también, porque el icono no fue hecho para el simple goce estético sino para que sea un instrumento de espiritualidad y piedad al servicio todos los fieles.
Debemos situarnos en el llamado “cristianismo oriental” que incluye a la Iglesia Ortodoxa, en primer lugar y Católica de rito oriental, en segundo lugar. Dicho cristianismo de oriente está fuertemente enraizado en la enseñanza de Cristo y sus apóstoles, continuada y desarrollada por los Padres de la Iglesia, conjunto con los siete concilios ecuménicos (2). Tampoco debemos olvidar la vida de la Iglesia, su teología y sus fiestas; la historia religiosa de las iglesias de oriente, es en gran parte la historia de monjes, de ascetas, eremitas y santos, que por el amor de Dios dejaron todo, en aras de la contemplación plena y la paz interior.
Muchas de estas historias llegan hasta nosotros contándonos las vidas de aquellos héroes de la santidad que inspiran a todos los fieles cristianos. La gran riqueza espiritual y contemplativa que encontramos en dicho contexto se puede de alguna forma rastrear hasta en la literatura moderna; por ejemplo, no es casualidad notar que el protagonista del libro “Relatos de un peregrino ruso” llevara en sus viajes la Biblia y la Filocalía (3), o en el libro (de Vladimir Soloviev) “Breve relatos del anticristo”, el personaje que encarna al representante de la Iglesia Ortodoxa se llame Juan, el mismo nombre del evangelista que resalta por su contenido espiritual y celestial.
La teología cristiano-oriental se caracteriza por resaltar la plenitud de las personas divinas (de la trinidad), sus diferencias, su unidad en el amor, además de estar fuertemente vinculada (la teología) a la practica religiosa o sea a la relación directa con Dios, por eso un sabio del mundo ortodoxo, Evagrio Póntico, pudo decir: “Si eres teólogo, rezas de verdad, y si rezas de verdad, eres teólogo”(4) . No hay una dualidad entre los tratados teológicos , la mística y la ascética sino armonía, pues según esta concepción “la mística no debilita la racionalidad, sino que la salva y le da horizontes sin fin.” (5). Esto se prueba cuando se analizan los métodos de oración y demás ejercicios espirituales como por ejemplo la famosa “oración de Jesús” (también llamada “oración del corazón”) que consiste en la simple repetición constante de la frase “Señor Jesucristo, ten piedad de mi pecador”. (6)
La tradición Ortodoxa habla de hacer bajar el intelecto al corazón para que exista una unidad entre el conocer y el querer, y de esta forma mantener el “recuerdo de Dios” apartándonos de las pasiones que nos distraen de lo espiritual; en palabras de Teofano el recluso: “Por este medio, el recuerdo de Dios se establecerá en el intelecto y la presencia de Dios brillará en vuestra alma como el sol” (7)
A riesgo de ser repetitivos, nos parece ilustrativo contar una historia del libro ya mencionado, “Relatos de un peregrino ruso”, allí se cuenta una anécdota del peregrino que se encuentra con un leñador que estaba recluido en los bosques y que después de varias mortificaciones corporales y oraciones para purgar sus pecados y salvarse del infierno, empezó a dudar de las verdades de Fe, al oír esto, el peregrino le contesto al leñador: “…la abstención de los pecados por miedo a los tormentos del infierno no es valida ni fructífera y que es imposible librar el alma de los pecados por otro medio que no sea cuidar la pureza de la mente y del corazón, cosa que se logra por medio de la oración interior” (8) y más adelante explica que es inútil mortificar el cuerpo esperando una recompensa por lo que lo que le aconseja a este leñador lo mas importante: “Por más que mortifiques tu carne y hagas trabajos físicos y sacrificios, si no tienes a Dios siempre en tu mente y la oración ininterrumpida de Jesús en tu corazón, jamás te librarás de los malos pensamientos y siempre estarás dispuesto a caer en pecado por el motivos más insignificante.” (9)
Se puede decir que en el clima cristiano de oriente hay un equilibrio entre la espiritualidad individualista y el institucionalismo estéril ya que la vida se hace en la Iglesia, unida a sus clérigos y dogmas y la búsqueda de la santidad implica una verdadera conversión o sea un cambio de mente (lo que en griego seria “metanoia”) y no un formalismo de tipo social o moralista. De aquí se desprende un tema al que hicimos una pequeña alusión que es el de los ascetas y santos, por eso la figura del Staretz, que es el nombre dado a ciertos ermitaños o peregrinos que alcanzan fama y respeto por la santidad de su vida y son acogidos como guías espirituales.
De ellos hay muchísimos ejemplos como el de San Antonio, que en su juventud se entregó a la soledad para tener un contacto más pleno con Dios. Así Antonio pasó a la historia como una de las figuras más importante del monacato de oriente. Otro menos conocido pero no menos interesante es el de Jorge de Transilvania o el “Viejo Jorge”, venerado en Rumania y en el monte Athos. Lo más notable es que fue un peregrino (que hasta llegó a Jerusalén) de vida santa en el siglo XIX y que hoy en día el pueblo lo venera como un santo. Decimos que es notable porque generalmente solemos retrotraer esta clase de santos a tiempos más lejanos y porque vemos que clase de valores tiene aquel pueblo al venerar a un hombre de semejantes características.
Por motivos obvios, no podemos extendernos sobre este tema ya que solo queremos remarcar la importancia de la ascesis y la mística.
En lo que respecta a la teología no daremos una explicación “dogmática” ya que no hace al tema, sin embargo resaltaremos una característica importante del oriente que lo diferencia de occidente, el énfasis que cada uno hace sobre aspectos de un mismo hecho religioso que es la vida Cristo; los occidentales suelen hacer hincapié en la cruz, la pasión y el dolor, en su parte más dramática, en cambio los otros se inclinan más por la encarnación, la unión divino-humana, la iluminación y la transfiguración. En pocas palabras, occidente enfatiza la parte humana de Jesucristo, mientras que oriente, la divina.
En este contexto espiritual es donde surge el icono en su estilo y no por una arbitrariedad del gusto o producto de una fase de la “evolución”, como sostienen buena parte de los historiadores del arte que en su mente parecen analizar todo bajo la visión de la Grecia post-aristotélica y del renacimiento, en donde el “realismo” y los criterios más subjetivos de belleza eran los que contaba para la expresión artística.
Nosotros no hablamos de “evolución” (ya que es un término bastante ambiguo y suele evocar conciente o inconscientemente teorías o ideologías filosóficas) sino de perfeccionamiento material. Como tampoco hablamos de subjetivismo estético sino de genio étnico (nada tiene que ver con el genio que del cual occidente se enorgullece, que es anárquico). Don de lo alto sin duda, que favorece a volcar hábilmente lo que se quiere expresar.
Todo esto no es un capricho nuestro porque, como veremos más abajo, hay reglas canónicas que debe seguir el artista y a su vez estas, obviamente, derivan de la tradición espiritual correspondiente. Muchos objetarían que en este tipo de formas artísticas o litúrgicas pueden verse caracteres étnicos y temporales ( que es cierto), por lo que se legitimaría el derecho de ser “hijos de nuestro tiempo” como pretenden los modernistas, o que los “dioses están pintados a imagen y semejanza de los hombres que los fabrican” como dicen los ateos y agnósticos para justificar sus posturas. A esto respondemos que el hombre, si bien tiene su parte espiritual, se encuentra en esta vida en el mundo material y temporal, por lo que es imposible que estos elementos no estén presentes de una u otra forma. Preguntamos a quienes piensen de esa manera si en verdad aquellos hombres que dieron a luz estas formas de arte sagrado y litúrgico tuvieron la intención de “ser de su tiempo”, o si estuvieron sujetos a una moda (tal como lo entendemos hoy en día). Responderemos entonces, como cualquier historiador bien sabe, que estudiar un hecho sin tener en cuenta la mentalidad de la época y peor aún, estudiarlo según la mentalidad del tiempo de uno, representa un obstáculo de tipo socio-cultural para conocer nuestro objeto de investigación.
De aquí se sigue que no pretendemos idealizar románticamente ningún pasado, sino ver los principios bajo los que actuaron aquellos hombres y precisamente estos “principios” son a los que se los puede tildar de eternos e inmutables, por lo menos a medida que los profundizamos.
La teología oriental dedicó un gran espacio a la espiritualidad de los iconos dando una significación al valor del culto de las imágenes, sin embargo ¿Cómo explicar el uso de imágenes cuando en la Biblia encontramos un supuesto rechazo a las mismas? Un pasaje revelador nos dice que los israelitas oían a Dios pero no lo veían en ninguna figura (ver Deuteronomio 4,12 y 15), por eso podemos afirmar que el icono (que viene del griego eikón, imagen) nació con Cristo, que “es la imagen de Dios invisible” (Colosenses 1,15) por lo tanto el Verbo divino cuando se hizo carne, o sea imagen, es representable. San Juan Damaceno, encarnizado enemigo del iconoclasmo dijo: “Cuando veas a aquel que no tiene cuerpo se hace hombre por ti, entonces podrás hacer una representación de su figura humana”. (10)
Es también totalmente licito representar a los santos, ya que Cristo renovó la naturaleza caída del hombre (por el pecado de Adán), dándole su lugar primordial que es el de imagen y semejanza de Dios.
Los iconos entonces no son simples representaciones o cuadros religiosos que solo se diferencian de cualquier otro retrato por el tema, sino que tienen un valor inmediato de mensaje espiritual. El icono nos invita y nos predispone a la contemplación para que podamos ver con los ojos de nuestro interior su mensaje espiritual, ya que la imagen en “si”, por su naturaleza profunda, permite ir mas allá de los que vemos con nuestra vista, y cuando decimos que “esta obra es bella” (en este contexto) queremos decir que es un soporte adecuado para ver mas allá de los visible y que nos recuerda y actualiza lo que estaba latente en nuestro espíritu.
En otras palabras, la imagen nos pone en contacto con Dios, con las realidades espirituales, cumpliendo la función de una “ventana” que nos lleva hacia mas allá de nuestros limites, hacia lo infinito celestial. Vemos el amor de Dios y sus dones.En palabras del papa San Gregorio Magno: “Una cosa es adorar una imagen; otra es aprender, gracias a la ayuda del símbolo, lo que tenemos que adorar”(11) de esta forma se ilustra que la imagen es un “soporte” sensible, un medio para llegar al fin.
Los occidentales por lo general cuando piensan en el arte cristiano se remiten a la mera función didáctica del mismo, por eso se ha dicho frecuentemente que las imágenes son “la Biblia de los pobres”, destinadas a los analfabetos o los menos educados. Sin embargo esto no puede ser del todo verdad cuando nos referimos a los iconos (y a cualquier otro arte tradicional) ya que los conceptos teológicos abstractos que representan y su canon en la técnica nos hacen ver la diferencia que existe con occidente posterior al renacimiento, en donde predomina el naturalismo y el estilo libre.
En cambio, el arte sacro oriental no pretende innovar, ya que siempre se basa en la fidelidad al “modelo”.
La cuestión del canon que hemos mencionado la podemos ver por ejemplo, en el VIII concilio ecuménico, que dice respecto la doctrina del icono que “no ha sido, en modo alguno, inventada por los pintores, sino que por el contrario, es una tradición confirmada y tradición de la Iglesia”. (12)
Tambien en la historia encontramos ejemplos sobre la cuestión del canon en la representación iconográfica, como en el caso del patriarca Joaquín, que exigió en su testamento que los iconos que se pintasen siempre según los modelos antiguos en contraposición a los modelos latinos o alemanes.
Otro punto es el papel del artista, el cual debía pasar por una preparación espiritual y ascética. Éste realizaba su trabajo bajo las indicaciones de un religioso siguiendo la idea de que el que hace la obra debe tratar de desinflar el ego para poder representar la idea tal como es y no según el capricho de las pasiones. Así el artista deberá hacer uso de su “arte” para ser los más exacto posible.
Un dato no poco importante sobre el artista, es su carácter anónimo en la mayoría de las ocasiones, cosa que contrasta con el exhibicionismo de los artistas modernos.
El pintor respeta el simbolismo vinculado con algunos colores, por ejemplo el rojo y el púrpura son símbolo de lo divino, mientras que el verde y el azul lo son de lo terrestre. Por eso Cristo es representado casi siempre con una túnica púrpura y se la suele mezclar con otra azul para mostrar su filiación divino-humana. En cambio la Madre de Dios, tiene un vestido azul de creatura, mientras que el manto de púrpura recuerda su relación y proximidad con lo divino.
También podemos ver, como ejemplo, que la morfología de los cuerpos representados no suele ser “realista” como las pinturas del renacimiento, ya que no se pretende tal cosa como ya hemos señalado. Asimismo las cabezas de las figuras pueden ser mas grandes en relación al cuerpo al igual que sus ojos, indicando la primacía de lo intelectual y de lo contemplativo, como también la tez de los rostros puede ser algo oscura o morena indicando un estado de transfiguración.
Finalizamos diciendo entonces que nada es arbitrario en los iconos, y el poder profundizar sobre los mismos es una buena oportunidad para entrar en el conocimiento simbólico.
Homero Basilio Reyes
NOTAS:
1. San Basilio el Grande, El Tesoro Espiritual, dir: P. Luís Glinca, Buenos Aires, Lumen, 1993, pag 10
2. Debemos recordar que la Iglesia Ortodoxa y Católica comparten los siete primeros concilios ecuménicos y tuvieron comunión entre sí hasta la separación que se produjo en el año 1054. Debemos también aclarar que también existen concilios locales.
3. La Filocalia es una recopilación de los textos más representativos de la tradición hesicasta, realizada en el siglo XVII por San Nicodemo el Hagiorita y el metropolitano Marcio de Corinto. Dicho conjunto de escritos son un “clásico” dentro del mundo ortodoxo, en lo que se refiere a ascética y espiritualidad.
4. Cita de: Dumitru Staniloaë, Oración de Jesús y Experiencia del Espíritu Santo, Madrid, Nancea, pag 100
5. Op cit pag 18
6. Entendemos por oración a la elevación de la mente a Dios; tanto esta oración como cualquier otra puede hacerse mentalmente, sin utilizar la voz; otro dato interesante sobre la técnica, es que también puede acompañarse con ejercicios de respiración. La “oración del corazón” tiene gran importancia en el mundo Ortodoxo porque posee el nombre de Cristo. Por otro lado, nos parece sorprendente que al leer literatura espiritual Ortodoxa, notemos que de una corta frase, se pueda sacar mucho; sin embargo esto no es raro en la mentalidad Oriental, sea cristiana o no.
7. Arte de la Oración, Compilación efectuada por: el Higúmero Chariton de Valamo, Buenos Aires, Lumen, 2005, pag 99
8. Relatos de un Peregrino Ruso a su padre espiritual (anónimo), Buenos Aires, Editorial Troquel,1997. pag 64 a 66
9. Op cit pag 66
10. Citado de :Sor María Donadeo, El Icono Imagen de lo invisible, Madrid, Nancea, pag 16
11. P.L. Glinca, La Madre Dios en los Iconos Bizantino-Eslavos, Buenos Aires, Lumen, 1991, pag 11
12. Citado de : Frithjof Schuon, Castas y Razas seguido de Criterios del Arte Universal, Barcelona, José J. de Olañeta, pag 59.
FUENTE: http://tostadora.blog.com/tag/el-icono-y-la-tradicion-espiritual-cristiano-oriental/